Nina Berbérova "Chaikovski".

Nina Berbérova "Chaikovski".

Notapor La_profe » 13 Nov 2015, 15:30

El “Chaikovski” fue escrito por Nina Berbérova en 1936, publicado en Berlín el mismo año y en Paris en 1937, y traducido a muchos idiomas. Su título ruso es “Чайковский. История одинокой жизни” (“Chaikovski. La historia de una vida solitaria”), su título francés es “Tchäikovski. Biographie”.

Sobre las ediciones.

La edición española que tengo en mis manos es una traducción de francés y es de 1990:

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En la URSS el libro de Berbérova nunca fue publicado, su primera edición rusa salió en 1993. Es el libro de la foto, lo tengo en San Petersburgo:

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El mismo año hubo otra publicación del libro en la revista “Дружба народов” (“Amistad de los pueblos”) y las demás ediciones son todas posteriores a 1997.


¿Biografía o ensayo?

En el prefacio del libro Nina Berbérova nos advierte que después de haber leído “una abundante documentación relativa a P. I. Chaikovski y su época” se había dado cuenta de que en su obra no podría hablar de la música y que su único tema sería la vida del compositor:

“No podía comprometerme a analizar la música del compositor, eso tenía que ser cometido de un musicólogo. Mi objetivo tenía que ser la vida de P. I. C., no las teorías musicales de su época, y menos aún mis propias preferencias musicales”.

La biografía como género literario estuvo muy de moda en los años 1930, y ésta es una de las razones por las que la autora del libro había decidido escribirlo. No obstante, sólo una tercera parte de esta obra puede considerarse biografía, aquella en la que se habla de la infancia de Chaikovski, de su juventud y el curso de Antón Rubinshtein, del comienzo de su amistad con la baronesa von Meck. Después de esa parte tan prometedora en cuanto a su valor biográfico el texto de repente se hace más caótico y empieza a parecer una novela cuyo protagonista es Piotr Ilich Chaikovski y cuyo tema principal es su mundo interior. El estilo del libro cambia, en todas las páginas se empieza a hablar de la soledad del compositor, de sus crisis nerviosas, sus llantos, su tristeza, sus ganas de suicidarse, su rechazo de sí mismo, sus miedos. Ni el triunfo, ni la apreciación de su talento pudieron calmarlos, y tampoco el apego que le tenía su fiel amiga Nadiezhda von Meck pudo hacerle feliz.

“¿Ha amado usted alguna vez, Piotr Ilich? Me da la impresión que no. Conozco un episodio de su vida (Désirée Atrôt), pero soy de la opinión de que el amor llamado platónico (aunque Platón no le daba ese sentido al amor) no es más que la mitad del amor, el amor de la imaginación y no del corazón; no es ese sentimiento que penetra en la carne y en la sangre del hombre y sin el cual no podemos vivir”.

“Me pregunta usted, amiga mía, si conozco otro amor que no sea el amor platónico –contesta Chaikovski- y tengo que responder que sí y que no. Sería necesario plantear la pregunta de otra manera, es decir, preguntarme si he conocido la plenitud de la felicidad en el amor. Entonces tendría que contestar que no, no y no…Creo incluso que mi música responde a esa pregunta. Pero si lo que me pregunta es si comprendo toda la fuerza, toda la terrible violencia de ese sentimiento, entonces tengo que contestar que sí, que sí y que sí. Y le diría aún más, que en mi música he intentado muchas veces expresar los tormentos y las delicias del amor. ¡No sé si lo he conseguido! Que juzguen los demás”
.

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La cuestión”.

Además de haber podido reunir una enorme cantidad de información útil para la realización de su libro, Nina Berbérova tuvo suerte de haber mantenido unas largas conversaciones con la gente que había conocido a Chaikovski en persona: los compositores Rajmáninov y Glazunov, una cuñada de Chaikovski, el coleccionista de arte Argutinski, el hermano del compositor Modest Chaikovski, etc. En el prefacio habla de esos encuentros y conversaciones y no niega que una de las preguntas más importantes para ella (la llama “la cuestión”) era la homosexualidad del compositor.

“Animada por todo aquello, planteé la cuestión. En aquella sociedad en la que ella (la cuñada de Chaikovski) había brillado como una estrella, ¿qué pensaba la gente del entusiasmo por los jovencitos?
“En nuestro medio –me contestó- nadie se sorprendía por nada”.


Berbérova quedó perfectamente informada sobre la vida íntima de Chaikovski, sin embargo decidió dejar de buscarle respuestas a “la cuestión” y no quiso investigar sobre los posibles por qués. Quizá ya no sabremos si fue la educación de pequeño Chaikovski que le llevó a vivir la vida tan trágica y tener achaques nerviosos, o fue consecuencia de alguna enfermedad, al menos no lo sabremos del libro de Berbérova. También puede ser que otros biógrafos de Chaikovski ya hayan escrito bastante sobre eso, pero lo que intentó hacer Berbérova fue reconstruir la vida sentimental del compositor de los pequeños fragmentos hallados en los diarios, cartas, diálogos con la gente que le conoció. Y en eso tuvo éxito.

“A veces se aterraba ante la idea de lo que pudiera reservarle la vida. Y sin embargo solía caer bien. Se dio cuenta, desde su llegada a Moscú, de que la gente venía a él. En parte era por su agradable físico, por su belleza, por sus delicadas maneras. Había en él un misterioso hontanar de dulzura, como si perteneciera a una raza noble y refinada, y a su lado sus amigos parecían simples, infantiles, zafios, bárbaros. Como un “muchachito de cristal”, igual que el de Votkinsk, aprendía a moverse entre aquella gente… ¡sólo que ya no era un niño!
Caía bien porque, a su lado, cualquiera se sentía seguro: sabían que no iba a causarles sufrimiento, que no iba a herirles en su amor propio, que de él no vendría ningún daño. Aquella delicadeza extraordinaria, aquel arte de rozar siempre y no golpear nunca, de contradecir sin brusquedad, conquistaron a todo el mundo”.


“Y de nuevo la noche, la tormenta de nieve y los pequeños trineos. Chaikovski vuelve a su hotel. ¡Qué jóvenes le parecen todos, hasta los que tienen diez años más que él! No le temen a nada. Y están rodeados de mujeres encantadoras, inteligentes y comprensivas. Amistad, amor, confianza en sí mismo, valentía. Pero él desconoce todo eso. La juventud se ha acabado ya. Queda la soledad, la incertidumbre, el miedo sobre todo, aquel constante temor por su reputación. Y el frío de una vida que no puede compartir con nadie, la soledad eterna. Y sabe muy bien que eso no cambiará nunca”.

“El público la oía (la ópera Oprichnik), la aplaudía, la reclamaba, mientras que él sólo tenía un pensamiento: huir, huir de aquel éxito, huir de la incompresión de aquella multitud que rechazaba lo que en él había de mejor, huir a Moscú, irse por el mundo en busca de aquello que le faltaba, a lo que no sabía darle un nombre. Nunca había sentido antes un deseo de cariño tan violento, nunca lo había deseado con aquella fuerza. Pero no se atrevía siquiera a formular aquel deseo”.

“El deseo de salir de aquella vida ruidosa y vacía, de aquel caos agotador, se hacía cada vez más imperioso. Ya no era un sueño, sino una obsesión. ¿Merece la pena seguir viviendo si uno no puede cambiar su propia vida? Si no encuentra a nadie a quién poder amar, si no experimenta un sentimiento profundo y duradero que le libre de la soledad, más vale terminar con todo”.


Mi Chaikovski.

Mi madre es profesora de piano y aún ahora guarda en los armarios una buena colección de música clásica en discos de vinilo. Cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, pudimos conocer las obras principales de Chaikovski gracias a aquellos discos que mi madre nos ponía bastante a menudo. Los ballets como “Спящая красавица” ( “La bella durmiente”), “Лебединое озеро” (“El lago de los cisnes”) y “Щелкунчик” (“El Cascanueces”) los conocimos a través de unas grabaciones llamadas “литературно-музыкальные композиции” (“composiciones literarias y musicales”). En ellas las obras no venían enteras, sino que sólo estaban presentes las partes más conocidas acompañadas por una narración. Escuchábamos aquellos cuentos como otros tantos que teníamos y de paso podíamos conocer (y muy bien, ya que los cuentos nos encantaban) la música de Chaikovski.

No sólo hubo aquellos vinilos, sino también las piezas del "Детский альбом" (“El álbum de niños”) que mi madre nos tocaba en el piano. Y también había un disco con el famosísimo Concierto para el piano nº 1 que tronaba en nuestra habitación mientras hacíamos bailes para las muñecas y desfiles de moda.

Mi hermana me ha fotografiado para este artículo algunos de los discos que encontró recientemente. Ahora los escucha mi pequeño sobrino.

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