Un día de estos últimos, mientras estuve recorriendo con la mirada los títulos de las noticias principales en Rambler.ru, de repente me fijé en la ventana del tiempo y vi que en San Petersburgo estaba nevando…
Recordaros que estamos a finales de octubre, ¡y ya está nevando en Piter!
Entonces abrí una página que tenía enlaces para las webcams de San Petersburgo, Vpiter.com, y vi con mis propios ojos la nieve que caía en la Nevski a la altura de la Catedral de Kazán. Era como si mirara por la ventana.
La primera nieve caía en copos iluminados por las luces de la avenida Nevski y se hacía dueña de la atmósfera mientras que la gente seguía su rumbo habitual por las aceras parando en los semáforos, cruzando la calle, entrando en la librería “Dom Knigui” o saliendo de allí, y se dirigía al metro en el canal de Griboiédov, o hacia la Catedrál Spas na Kroví. Y todo lo acompañaba aquella nevada. Pero a mi ventana no me llegaba ni un solo copo pequeño. Mi ventana era la pantalla del ordenador de mi habitación en León.
Desde aquel día empecé a entrar en la página de webcams de Petersburgo casi a diario. Además de aquella cámara que se hizo mi favorita y que enfocaba la Catedral de Kazán, había otra enfrente de Gostiny Dvor, y una más en la Nevski a la altura del Palacio Anichkov, y también otra en la Málaya Sadóvaya. ¡Y es que hay muchas más por todo el centro de la ciudad!
La calidad del vídeo es tan buena que es difícil parar de mirar. El sueño de los emigrantes de las generaciones anteriores se ha hecho realidad en nuestro siglo. Estoy pegada a mi pantalla, completamente hechizada por la imagen y me traslado mentalmente a la acera de la Nevski y casi siento como mis pies están pisando esa nieve sucia y medio derretida. Noto el aire húmedo y frío, leo los carteles, la publicidad en los escaparates... Pero no estoy allí, estoy en mi “ventana” y delante de ella está pasando gente. Gente rusa, petersburquesa, solitaria, acompañada, de la mano con la pareja, con niños pequeños, con bolsas grandes de compra… hablando en ruso con esas entonaciones típicas que suenan como si la gente no parara de quejarse. Casi todas las chicas llevan botas altas y un pantalon skinny metido dentro de ellas para no ensuciarlo. Algunas llevan mini faldas con panties negros y botas altas también. Las botas altas son un calzado femenino imprescindible para pasar un invierno en Piter sin tener que lavar los vaqueros a diario secándolos por las noches en las tuberías de calefacción…
Son casi las ocho de la tarde en San Petersburgo. En Leon van a ser las seis. En la Nevski ya se ha hecho de noche y la acera está empapada y brilla. Yo estoy en mi habitación en León, con la puerta del balcón abierta. Por esa puerta está entrando el sol. Del paso subterráneo que está al lado de Gostiny Dvor salen montones de gente. Dos mujeres jóvenes parecen ir a una celebración. La de la izquierda lleva en la mano un enorme ramo de flores, su acompañante lleva un oso panda peluche. Un chico y una chica las siguen con un paso apresurado y luego continuan su camino por la Nevski sin cambiar de ritmo. A las ocho de la tarde aún se puede ir al cine, sería la sesión que empieza a las ocho u ocho y media… Si la película durara hasta las diez o hasta las diez y media, aún podrían regresar a sus casas en metro, y cuando llegasen, aún no sería demasiado tarde... Yo también qusiera saber qué dan hoy en el cine “Aurora”.
Las aceras brillan bajo las luces de las farolas. La nieve no dura nada. No muy lejos de aquel trozo de la Nevski que se ve desde mi ventana está el antiguo Palacio de los Pioneros en el que aún no han terminado las clases y los profesores todavía les están exlpicando algo a sus alumnos, unos pequeños y otros no tanto. Los maestros de violín dan sus consejos acompañados de muchos gestos, y en el aula de dibujo y pintura huele a gouache. Las salas y los pasillos están bien iluminados, pero detrás de las ventanas no hay más que una noche fría de un invierno recién empezado, pero aún hay que atravesar la ciudad en metro antes de poder preparar los deberes y la ropa para el colegio y, por fin, dormir.
Será una curiosidad o un ataque fuerte de nostalgia, no lo sé. Conecto la ventana de la webcam y sigo mirando. Se acerca la hora nocturna, en Piter son casi las diez de la noche y la mayor parte de los transeúntes de la Nevski son gente que quiere dejar el centro cuanto antes y regresar a sus casas de los barrios dormitorios. Cenar, ver un poco la tele antes de acostarse. Un hombre cincuentón vestido de un anorak de color claro lleva un bolso estilo bandolera y se dirige deprisa al paso subterráneo. Ahora quizá coja el metro para ir a casa, y una vez sentado en el vagón, abra el periódico, pero luego cerrará los ojos para descansar ese rato. Y en casa le estará esperando su mujer y tal vez una hija adolescente metida en su cuarto. Una pareja sale del paso subterráneo: una rubia de aspecto muy cuidado con un pelo liso bien arreglado y ningún gorro ni capucha encima de la cabeza. Su acompañante es un señor alto y esbelto con pelo canoso. ¿Adónde irán éstos y qué relación tienen? Una chiquilla joven sale detrás de ellos. Panties negros y botas altas. Tendrá frío y estará pasándolo mal. La acera está mojada, ya no nieva.
Ahora yo también saldría del paso subterráneo en Gostiny Dvor, me quedaría helada bajo mi parka negra y estaría a disgusto por culpa del pantalón vaquero con el bajo todo sucio y húmedo. Iría a la cafetería “Chelentano” de la calle Karavánnaya y me pediría un vino tinto francés. Allí los hay buenos. Luego me acercaría a la “Dom Knigui”, sobre todo para saber qué se ha publicado últimamente en las editoriales que me gustan. Quizá me comprara algo y luego lo leyera en el metro…
¿Queréis mirar por la misma ventana? Por aquí, por favor…
http://vpiter.com/web-cameras/
La_profe.
