"Érase una vez la URSS" de Dominique Lapierre.
Publicado: 18 May 2015, 14:13
Dos franceses jóvenes, ambos periodistas de la revista Paris Match recién casados con sus chicas emprenden un viaje en coche por las carreteras de la URSS en verano de 1956.
La respuesta de la embajada soviética a su solicitud es la siguiente:
“¿Recorrer Rusia en coche para conocer al pueblo ruso? Es imposible, camarada periodista. Los viajes individuales de extranjeros no están autorizados en la Unión Soviética”.
Luego, en una reunión diplomática de las autoridades de la URSS a la que fue invitado el presidente francés Auriol quien llevó consigo a los dos periodistas para quizá ayudarles, se produce el siguiente diálogo:
Auriol:
- ¿Saben, queridos camaradas, cómo quieren pasar estos jóvenes intrépidos sus próximas vacaciones? -exclama (el presidente francés Auriol), señalándonos, uno tras otro, a Jean-Pierre y a mí-. Quieren recorrer su país en coche con sus esposas para realizar un retrato de la URSS actual.
Jruschov:
- ¡Es una pésima idea, camarada presidente! Nuestras carreteras son tan execrables que las esposas de sus protegidos pedirán el divorcio al cabo de quince días.
Después de pasar un periodo de nerviosismo e inquietud por no saber si el viaje deseado les va a ser permitido o no, al final reciben una aprobación de éste:
“La tardía llegada de este prodigioso mensaje (la aprobación) nos impulsa a una carrera desenfrenada. Debemos partir cuanto antes si no queremos correr el riesgo de dejarnos sorprender, como Napoleón y Hitler, por la precocidad del invierno ruso”.
Diseñan su ruta: Minsk, Moscú, Járkov, Kíev, Yalta, Sujumi, Sotchi, Tiflis, Krasnodar, Rostov, Stalingrado y Kazán.
Atravesarán el país en el “principesco Marly”, cuyo estado va a pasar de impecable a deplorable en cuestión de tres meses. Pero qué meses…
El “Marly”.
“Casi me desmayo ante un break expuesto en el escaparate de Simca, en la parte alta de los Campos Elíseos. Con semejante vehículo, dejaremos por mentiroso a Jruschov: nuestras esposas no pedirán jamás el divorcio. Es el último modelo de la marca, una especie de bello faetón denominado “Marly”, cómodo y espacióso, impulsado por un motor de ocho cilindros en V. Sus bonitos colores paja y negro sin duda volverán locas a las gentes del otro lado del Telón de Acero”.
Las últimas preparaciones:
“Annie, la esposa de Jean-Pierre llena una maleta con pequeñas torres Eiffel, Arcos de Triunfo en miniatura, fulares, planos de París y muestras de perfume Vent Vert y Jolie Madame, regalo de Balmain, que alegrarán a los rusos. Parientes y amigos nos inundan de vituallas diversas que repartiremos a lo largo del viaje”.
Durante el viaje irán tomando fotografías y escribiendo relatos de todo lo que aparecerá ante sus ojos.
La URSS sale en el libro muy pintoresca, quizá algo grotesca incluso, pero la imaginación de sus jóvenes autores aventureros, su forma de relatar, sus ansias de encontrar algo exótico y original y, por supuesto, de pasarlo bien hacen que la lectura se convierta en un verdadero placer.
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Pudieron tener el viaje que tanto deseaban: lo disfrutaron, sacaron buenas imágenes y maravillosas historias que contar, conocieron la vida de los soviéticos haciéndoles entrevistas y visitando sus casas y sus lugares de trabajo, y también tuvieron problemas con la policía y dejaron huella en la vida de algunas personas que luego tuvieron complicaciones por culpa de ellos.
El viaje.
VARSOVIA:
“Para nosotros, Poznan nos anuncia la pesadilla que nos atormentará a lo largo de nuestro recorrido: encontrar gasolina. Ya no queda ningún rastro de los tranquilizadores rótulos de Shell, Esso o BP que divisamos hasta pasar Berlín oeste… (…) … un ingeniero francés, maravillado por la repentina aparición de nuestro coche, se ofrece a guiarnos hasta el único distribuidor de carburante que hay abierto en la ciudad”.
“El descubrimiento de los cánones de la elegancia comunista interesa extraordinariamente a Aliette y a Annie. Tres meses después, cuando volvamos a pasar por Varsovia al regreso de la URSS, la capital polaca nos parecerá la cima de la elegancia y el lujo”.
LA LLEGADA A LA UNIÓN SOVIÉTICA.
"-Amigos, hay que celebrar este gran día de su llegada a la Unión Soviética – sugiere alegremente (el reportero de la Komsomólskaya Pravda que les hace de guía durante todo el viaje).
Pronuncia el nombre de su país con una intensidad conmovedora. A lo largo de nuestro viaje, las palabras “Unión Soviética” serían en su boca una especie de referencia mágica. …
- ¡Extraordinario! -se extasía-. Es extraodrinario. San Petersburgo… Nizhni Nóvgorod…, ciudades que ya no existen. –Rectifica-: Es decir, que ya no existen con esos nombres…"
El guía, Stanislav Ivánovich Petujov (no está en el Wikipedia):
“Observo a este muchachote con cara simpática y mofletuda, y bonitos y desordenados mechones rubios. Fuma sin parar papirossi, unos largos cigarrillos rusos con interminable boquilla de cartón. Simpático. Muy simpático incluso. Nos confía en el puente que ha pasado tres años en Bucarest, enviado por su periódico. Allí ha aprendido este notable francés que habla sin ni siquiera arrastrar las erres. ¿Es miembro del partido? Seguramente; si no, no habría sido autorizado a abandonar el territorio soviético, ni siquiera para ir a un país hermano. ¿Es también agente del KGB? Sin duda, ya que se le ha confiado la misión de hacer de guía de cuatro viajeros extranjeros”.
Los reporteros franceses tenían ganas de conocer la vida de la gente soviética corriente y le preguntaron a “Slava” si podían hacer unas visitas a las casas de sus conocidos.
- ¡Entrar en su casa! -Slava se atraganta-. No sé si será posible. Los ciudadanos soviéticos no están habituados a dejar entrar en su casa a extranjeros. Sin duda, habrá que pedir autorizaciones.
PUEBLOS AL LADO DE MINSK.
“La aparición de nuestra nave bicolor en la cinta rectilínea de asfalto que atraviesa un campo llamo, hasta perderse de vista, produce un pavor continuado. Sorprendidos por la visión de este insólito coche, los chóferes de los camiones cargados de koljosianos dan de repente peligrosos bandazos que amenazan con arrojarnos a la cuneta. Afortunadamente, pueblo tras pueblo, el colosal puño dirigido hacia el cielo de una estatua de un Lenin o de un Stalin de piedra, o a veces de los dos juntos, parece querer proteger nuestro Marly de una colisión fatal. La entrada de todas las poblaciones está decorada con una galería de cuadros de honor. Slava nos revela con orgullo que, mensualmente, las autoridades locales fijan, bajo la tradicional hoz que rodea un mapamundi, los retratos de trabajadores meritorios. … “CAMPESINOS, CAMINEMOS HACIA EL COMUNISMO”, “¡EL PUEBLO SOVIÉTICO LUCHA CON TODAS SUS FUERZAS POR LA PAZ!”
MINSK.
“¡Minsk! Anexionada por un conquistador lituano, luego quemada por los suecos y después ocupada por Napoleón, la ciudad es desde 1919 la capital de la república soviética de Bielorrusia. Seriamente destruida durante la invasión nazi, surge apenas de sus ruinas para ofrecernos sus amplias avenidas prácticamente vacías de automóviles, sus farolas rococó, su colosal estatua de Lenin y sus monumentos sobrecargados de columnatas y de las esculturas características de la arquitectura estalinista”.
"… Un adolescente lleno de granos ve en las aletas la inscripción en ruso “Periodistas franceses”. Ante este descubrimiento, una expresión de felicidad inunda su rostro:
- “Los meses, los días, las olas de los mares y los ojos que lloran pasan bajo el cielo azul. Es preciso que la hierba crezca…” ¿Conocen ese poema de Víctor Hugo? –pregunta en un francés casi perfecto.
Nos quedamos atónitos. Acto seguido, mete la cabeza dentro del coche.
- ¿Tienen periódicos franceses para darme? –cuchichea-. ¿Periódicos de París?
Rescatamos un viejo número de Paris Match, que metemos en una bolsa de papel, y se la pasamos discretamente con una de nuestras pequeñas torres Eiffel. Nunca sabremos quién era ese muchacho enamorado de Victor Hugo, que nos ha abordado en la plaza de la estación de Minsk".
MOSCÚ.
El GOUM (los almacenes GUM)
“Es una institución al menos tan famosa como el mausoleo de Lenin y de Stalin, y está enfrente, al otro lado de la plaza Roja. El Goum es el gran almacén fetiche de los moscovitas, el orgullo y la alegría de toda Rusia. Todas las mañanas, a las siete, millares de personas se apiñan ya en largas filas junto a sus puertas, esperando la apertura para recorrer los cuarenta y tres mil metros cuadrados de superficie de venta de sus kilómetros de secciones. En Goum siempre hay mercancías que comprar y saldos, un auténtico milagro en la economía rusa, más conocida por la precariedad de sus suministros”
“Como especialista en el tema, a Aliette (la esposa de Jean-Pierre trabajaba en el Bazar de l’Hôtel de Ville de París) le ha sorprendido desde nuestra llegada el tono incoloro y apagado de los rostros femeninos. Descubre que las mujeres rusas sólo utilizan como maquillaje una pizca de carmín más pálido, y que nunca hay en sus rostros la menor señal de polvos, crema o pintura”.
CRIMEA.
“No somos los únicos frqanceses que se encuentran ese día en Yalta. La Marsellesa, un soberbio transatlánticoblanco de la compañía Messageries Maritimes que realiza un crucero por el mar Negro, ofrece a su lujosa clientela una breve escala en la perla de la Riviera soviética. El acontecimiento es tan excepcional para los habitantes que provoca una delirante manifestación de entusiasmo. El muelle está decorado con un mar de banderas tricolores y banderolas que proclaman en todas las lenguas posibles: “PAZ PARA TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO”. Los policías, que llevan puesta una chaqueta blanca, tienen grandes dificultades para contener a la multitud, que grita frases de bienvenida a los pasajeros y a los marineros amontonados en los puentes. Una súplica proferida con una fuerza especial destaca de las ovaciones: “Gaziett, gaziett!” Los pasajeros y la tripulación responden lanzando sobre el muelle una lluvia de periódicos, revistas e incluso libros".
“¡Mujeres moscovitas en la playa! Una orgía de carne fresca y de michelines que deja estupefactas a nuestras esposas. Las patatas, las salchichas, la col y el pan de centeno han hecho estragos en los cuerpos que se broncean obstinadamente en la arena y los guijarros de esta magnífica Riviera rusa. Aquí no hay pechos desnudos ni tangas como en Saint-Tropez; sólo amplios trajes de baño de dos piezas que envuelven con dificultad una desnudez que a menudo chorrea grasa. Los biquinis made in Saint-Tropez de Aliette y de Annie causan sensación. En la playa de Gurzuff, unas entusiastas bañistas les ofrecen sus pendientes y sus pulseras a cambio de los minúsculos dos piezas, que no podrían llevar a causa de su gordura”.
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Un verdadero lujo el conocer la URSS de esta manera: dos chicos, reporteros profesionales, dos chicas, guapas y divertidas, enamorados los cuatro, abiertos a cualquier tipo de experiencias y con ganas de comerse el mundo… una ligera sensación de superioridad a los soviéticos, también. Y de fondo, el verano de 1956, un viaje parecido al de la misma Luna: de la belle France a la URSS.
A la mitad del libro decidí investigar un poco sobre sus autores. Aquellos chicos nacidos a finales de los años 20 tenían que ser ahora dos señores muy mayores si es que aún vivían. Era difícil imaginarlos como unos abuelos prematuros y quise buscarlos. Puse sus nombres en el Google y entonces me quedé helada frente a la pantalla cuando en vez de ver fotos de Jean Pierre Pedrazzini vi un monumento que le hicieron.
Falleció aquel mismo año, el 1956, un mes después de aquel viaje al recibir heridas mortales durante una operación antisoviética en Budapest adonde fue enviado como periodista. Enseguida pensé en Annie, aquella francesa delgadita y risueña que sale en las fotos y que era su esposa. Se conocieron en primavera de 1955, se casaron, pero apenas pudo durar su felicidad.
Dominique Lapierre tiene ahora 84 años, es escritor y autor de varios best-seller. El libro “Il était un fois l’URSS” salió en Francia en 2006 y ahora ya sabemos que ha sido traducido al español. Lo que no sé es si se ha publicado en ruso. He encontrado artículos escritos sobre el libro en una revista rusa y en algunos blogs, pero no parece que haya una edición completa. Esperemos que un día la haya.
La_profe.