"Mis peripecias en España" por León Trotski
Publicado: 08 Mar 2017, 15:26
"Mis peripecias en España" por León Trotski.
“Llanuras arenosas, colinas con matas enfermizas y arbustos enclenques. Aurora gris. Casas de piedra sin adornos. Paisaje triste. Palos de telégrafo bajos, como en ninguna parte. Por la carretera, asnos cargados de fardos. España. Pero yo, ¿para qué estaré aquí?”
El libro que he estado leyendo estos días se titula “Mis peripecias en España” y su autor es León Trotsky (¿No os suena raro este "León" cuando en realidad es "Liev"?). Lo escribió en 1916 cuando, al haber sido expulsado de Francia por hacer propaganda pacifista, pasó por España.
Una vez que el libro fue publicado en la URSS en 1926 (su título original es “Дело было в Испании”), Trotski se lo envió a su amigo Andreu Nin para que hiciera su traducción al español.
¿Quién era Trotski?
Leiba Bronstein (Liev Trotski es un pseudónimo) nació en 1879 en Ucrania. A la edad de 18 años siendo universitario se unió a un grupo de jóvenes revolucionarios y dejó los estudios, y a la edad de 19 años fue encarcelado por primera vez y deportado a Irkutsk, una ciudad siberiana. Fue entonces cuando cambió de nombre y apellido para huir de Siberia. Y lo logró.
En 1902 conoció a Lenin, en 1905 organizó el Consejo Petersburgués que pasados unos cincuenta días fue eliminado y sus líderes detenidos. A Trotski le enviaron al Círculo Polar Árctico donde tenía que permanecer el resto de sus días, pero no habría sido Trotski si no hubiera intentado escapar. Esta vez logró llegar hasta el extranjero.
En los años de la emigración estuvo emprendiendo un proyecto político tras otro, editaba periódicos para proclamar sus ideas, hacerse conocer y llegar a ser uno de los organizadores del movimiento revolucionario.
En 1917 volvió a Rusia, se unió a los bolcheviques y enseguida llegó a ser el segundo hombre más importante para la revolución después de Lenin. No sería un error el confirmar que fue precisamente Trotski el que planificó la Revolución de Octubre de 1917.
Después de la Revolución siguió trabajando para el gobierno soviético, pero en 1927 fue expulsado del Partido Comunista y exiliado de la URSS.
En 1940, por la orden de Stalin fue asesinado en México.
“Mis peripecias en España”
La visita de Trotski a España, si es que se puede llamar así ese repentino viaje hecho por obligación, empezó en San Sebastián, continuó en Madrid y terminó en Cádiz.
Los extractos que publicaré aquí pertenecen a la parte del libro que trata sobre Madrid, la ciudad que siempre he querido. Sobra decir que me sentí identificada con muchas de las observaciones de Trotski.
“Cuando, al llegar a una nueva ciudad, una multitud de gente os arrebata la maleta de las manos y, al mismo tiempo, os proponen limpiaros las botas – un “limpia” para cada pie -, comprar periódicos, cangrejos, cacahuetes, etcétera, podéis estar seguros de que la ciudad deja bastante que desear desde el punto de vista sanitario; de que hay mucha moneda falsa en circulación; de que en las tiendas cargan los precios sin piedad, y de que las chinches abundan en las fondas. Aunque en el transcurso de mi existencia he tenido ocasión de viajar bastante, no he sabido desarrollar en mí, a este respecto, los órganos necesarios de resistencia”.
“El café “Universal” está lleno hasta rebozar. Hay más variedad de tipos que allende los Pirineos; desde el gitano ladrón de caballos hasta el perfil de Julio César. Lo primero que sorprende, al entrar, es un griterío ensordecedor. Todos hablan en voz alta, gesticulan, se dan golpes en la espalda, ríen a carcajadas, toman café y fuman”.
“Dos clases de edificios monumentales dominan en Madrid: iglesias y Bancos”.
“Madrid es una gran ciudad, sobre todo de noche, con su iluminación eléctrica y de gas. Después de París, con sus faroles apagados y sus ventanas cerradas, a causa de los zepelines, el Madrid nocturno, en el centro de la ciudad, sencillamente me deslumbró. Aquí se vive hasta muy tarde, hasta la una o las dos. Después de media noche, los cafés están todavía llenos; las calles están espléndidamente iluminadas. /…/ … se cena a las nueve o diez. Los teatros se abren entre las diez y las once y terminan a la una de la madrugada. El ritmo de la vida es perezoso”.
“La nueva Casa de Correos, con columnas, torreones y garitas. Domina aquí la arquitectura propia de los templos. Irónicamente llaman a la Casa de Correos Nuestra Señora de las Comunicaciones”.
“Pero he aquí el auténtico templo del Arte, el Museo de Madrid. /…/ Después del barullo de las calles madrileñas, en las cuales me sentía completamente extraño, contemplaba con verdadero placer las joyas inapreciables del Museo y me deleitaba el elemento eterno de ese arte. Rembrandt… Ribera…”
“Al salir del Museo nos damos cuenta de que la lluvia, durante nuestra visita, ha caído sin interrupción, lavándolo, refrescandolo y transformándolo todo. A la puerta del Museo aparece sentado, en un sillón monumental, guardián del pasado artístico de su patria, el último gran pintor de España, el viejo Goya. El aguacero lo ha mojado de pies a cabeza, y bajo su nariz carnosa brilla al sol una enorme y transparente gota de agua”.
“El limpiabotas es un culto. En la Puerta del Sol existe una verdadera fábrica para la limpieza del calzado. Docenas de hombres y mujeres hállanse sentados, en dos filas. A sus pies, dos filas de limpiabotas”.
“El Madrid viejo es sombrío, con edificios horribles por su incomodidad y el descuido en que se hallan”.
“Por la noche, gritos en la calle. A veces os despertáis con sobresalto, imaginándoos que se ha declarado un incendio. Resulta que están conversando bajo vuestra ventana. No disputan, sino que simplemente conversan”.
“A pesar de las devoción española, los curas fuman abiertamente en la calle”.
“Ni en viaje hay modo de que los vendedores de billetes de lotería os dejen en paz. Es sorprendente el sitio que ocupa la lotería en la vida social española. Billetes en los estancos, en los establecimientos de limpiabotas, en las manos de los vendedores y vendedoras de periódicos, incluso en la de los mendigos profesionales. En todas las calles de Madrid, en todas las estaciones de ferrocarril se oyen los gritos de los vendedores de billetes”.
Y por último… esto. Ojo, porque puede, digamos, herir vuestra sensibilidad.
“Mis compañeros de paseo eran todos ellos personajes interesantes. Un alemán flaco y contrahecho, con bufanda y zapatos de paño. Hablaba corrientemente cuatro idiomas. Abandonó el estudio del ruso, porque es muy difícil.
- Para vosotros –me dice- esto es una ventaja, pues así aprendéis con facilidad las demás lenguas”.
La_profe.
“Llanuras arenosas, colinas con matas enfermizas y arbustos enclenques. Aurora gris. Casas de piedra sin adornos. Paisaje triste. Palos de telégrafo bajos, como en ninguna parte. Por la carretera, asnos cargados de fardos. España. Pero yo, ¿para qué estaré aquí?”
El libro que he estado leyendo estos días se titula “Mis peripecias en España” y su autor es León Trotsky (¿No os suena raro este "León" cuando en realidad es "Liev"?). Lo escribió en 1916 cuando, al haber sido expulsado de Francia por hacer propaganda pacifista, pasó por España.
Una vez que el libro fue publicado en la URSS en 1926 (su título original es “Дело было в Испании”), Trotski se lo envió a su amigo Andreu Nin para que hiciera su traducción al español.
¿Quién era Trotski?
Leiba Bronstein (Liev Trotski es un pseudónimo) nació en 1879 en Ucrania. A la edad de 18 años siendo universitario se unió a un grupo de jóvenes revolucionarios y dejó los estudios, y a la edad de 19 años fue encarcelado por primera vez y deportado a Irkutsk, una ciudad siberiana. Fue entonces cuando cambió de nombre y apellido para huir de Siberia. Y lo logró.
En 1902 conoció a Lenin, en 1905 organizó el Consejo Petersburgués que pasados unos cincuenta días fue eliminado y sus líderes detenidos. A Trotski le enviaron al Círculo Polar Árctico donde tenía que permanecer el resto de sus días, pero no habría sido Trotski si no hubiera intentado escapar. Esta vez logró llegar hasta el extranjero.
En los años de la emigración estuvo emprendiendo un proyecto político tras otro, editaba periódicos para proclamar sus ideas, hacerse conocer y llegar a ser uno de los organizadores del movimiento revolucionario.
En 1917 volvió a Rusia, se unió a los bolcheviques y enseguida llegó a ser el segundo hombre más importante para la revolución después de Lenin. No sería un error el confirmar que fue precisamente Trotski el que planificó la Revolución de Octubre de 1917.
Después de la Revolución siguió trabajando para el gobierno soviético, pero en 1927 fue expulsado del Partido Comunista y exiliado de la URSS.
En 1940, por la orden de Stalin fue asesinado en México.
“Mis peripecias en España”
La visita de Trotski a España, si es que se puede llamar así ese repentino viaje hecho por obligación, empezó en San Sebastián, continuó en Madrid y terminó en Cádiz.
Los extractos que publicaré aquí pertenecen a la parte del libro que trata sobre Madrid, la ciudad que siempre he querido. Sobra decir que me sentí identificada con muchas de las observaciones de Trotski.
“Cuando, al llegar a una nueva ciudad, una multitud de gente os arrebata la maleta de las manos y, al mismo tiempo, os proponen limpiaros las botas – un “limpia” para cada pie -, comprar periódicos, cangrejos, cacahuetes, etcétera, podéis estar seguros de que la ciudad deja bastante que desear desde el punto de vista sanitario; de que hay mucha moneda falsa en circulación; de que en las tiendas cargan los precios sin piedad, y de que las chinches abundan en las fondas. Aunque en el transcurso de mi existencia he tenido ocasión de viajar bastante, no he sabido desarrollar en mí, a este respecto, los órganos necesarios de resistencia”.
“El café “Universal” está lleno hasta rebozar. Hay más variedad de tipos que allende los Pirineos; desde el gitano ladrón de caballos hasta el perfil de Julio César. Lo primero que sorprende, al entrar, es un griterío ensordecedor. Todos hablan en voz alta, gesticulan, se dan golpes en la espalda, ríen a carcajadas, toman café y fuman”.
“Dos clases de edificios monumentales dominan en Madrid: iglesias y Bancos”.
“Madrid es una gran ciudad, sobre todo de noche, con su iluminación eléctrica y de gas. Después de París, con sus faroles apagados y sus ventanas cerradas, a causa de los zepelines, el Madrid nocturno, en el centro de la ciudad, sencillamente me deslumbró. Aquí se vive hasta muy tarde, hasta la una o las dos. Después de media noche, los cafés están todavía llenos; las calles están espléndidamente iluminadas. /…/ … se cena a las nueve o diez. Los teatros se abren entre las diez y las once y terminan a la una de la madrugada. El ritmo de la vida es perezoso”.
“La nueva Casa de Correos, con columnas, torreones y garitas. Domina aquí la arquitectura propia de los templos. Irónicamente llaman a la Casa de Correos Nuestra Señora de las Comunicaciones”.
“Pero he aquí el auténtico templo del Arte, el Museo de Madrid. /…/ Después del barullo de las calles madrileñas, en las cuales me sentía completamente extraño, contemplaba con verdadero placer las joyas inapreciables del Museo y me deleitaba el elemento eterno de ese arte. Rembrandt… Ribera…”
“Al salir del Museo nos damos cuenta de que la lluvia, durante nuestra visita, ha caído sin interrupción, lavándolo, refrescandolo y transformándolo todo. A la puerta del Museo aparece sentado, en un sillón monumental, guardián del pasado artístico de su patria, el último gran pintor de España, el viejo Goya. El aguacero lo ha mojado de pies a cabeza, y bajo su nariz carnosa brilla al sol una enorme y transparente gota de agua”.
“El limpiabotas es un culto. En la Puerta del Sol existe una verdadera fábrica para la limpieza del calzado. Docenas de hombres y mujeres hállanse sentados, en dos filas. A sus pies, dos filas de limpiabotas”.
“El Madrid viejo es sombrío, con edificios horribles por su incomodidad y el descuido en que se hallan”.
“Por la noche, gritos en la calle. A veces os despertáis con sobresalto, imaginándoos que se ha declarado un incendio. Resulta que están conversando bajo vuestra ventana. No disputan, sino que simplemente conversan”.
“A pesar de las devoción española, los curas fuman abiertamente en la calle”.
“Ni en viaje hay modo de que los vendedores de billetes de lotería os dejen en paz. Es sorprendente el sitio que ocupa la lotería en la vida social española. Billetes en los estancos, en los establecimientos de limpiabotas, en las manos de los vendedores y vendedoras de periódicos, incluso en la de los mendigos profesionales. En todas las calles de Madrid, en todas las estaciones de ferrocarril se oyen los gritos de los vendedores de billetes”.
Y por último… esto. Ojo, porque puede, digamos, herir vuestra sensibilidad.
“Mis compañeros de paseo eran todos ellos personajes interesantes. Un alemán flaco y contrahecho, con bufanda y zapatos de paño. Hablaba corrientemente cuatro idiomas. Abandonó el estudio del ruso, porque es muy difícil.
- Para vosotros –me dice- esto es una ventaja, pues así aprendéis con facilidad las demás lenguas”.
La_profe.