Un paseo por el Parque de la Victoria El Parque de la Victoria está situado en el barrio Moskovski y puede considerarse un barrio “soviético”. Sus calles, plazas y edificios empezaron a construirse en los años 1930, pero fue después de la Guerra cuando obtuvo algunos de sus lugares más emblemáticos como la Plaza de la Victoria, la avenida Moskovski, el aeropuerto “Púlkovo”, el observatorio Púlkovskaya y, por supuesto, el Parque de la Victoria con sus monumentos a los héroes de la Guerra.
A todos estos sitios habría que añadirles otro, muy importante también: el de la Biblioteca Pública (RNB), construido a finales de los 1990. Es la sucursal de la Biblioteca Pública situada en la esquina de la avenida Nevski y la calle Sadóvaya. Mi hermana lleva ya más de quince años trabajando allí.
Durante mis años estudiantiles iba mucho a esa biblioteca.
Qué lugar tan especial.
Esta vez, de hecho fue el segundo día del viaje, mi hermana dijo que iba a llevar a su hijo a una fiesta infantil navideña que se celebraba en su biblioteca, e nvitó a mi hija a acompañarlos.
Estupendo, pensé.
A la hora prevista, cerca de las tres de la tarde, le llevé a ambos niños a la biblioteca.
- Te llamaré cuando termine, -me dijo recogiéndolos en el hall – Como aún no tienes móvil, coge el de Iliá.
- ¿Hay alguna cafetería por aquí? –la pregunté. Era lo más importante.
- Hay un restaurante. Cafeterías… no sé.
Volví a salir a la calle. No hacía mucho frío, pero había nevado y se notaba mucha humedad en el aire. Eran las tres de la tarde y no era ni de día, ni de noche. Desde por la mañana parecía como que no había amanecido y que en cualquier momento iba a anochecer otra vez. El cielo y la tierra parecían formar una sustancia homogénea, bastante desagradable en todos los sentidos, y dentro de esa sustancia se movía la gente. Unos bajaban al paso subterráneo, otros se apresuraban para entrar en el metro y recuperar el calor.
El Parque de la Victoria fue fundado en los años 1939-1941 como un Parque de la Cultura y el Descanso de los tantos que se construían al mismo tiempo en otras ciudades grandes de la URSS. La Guerra impidió la realización de la obra que fue retomada ya después de 1945. Fue entonces cuando se decidió darle el nombre que tiene ahora.
Nada más empezar a andar hacia el parque me di cuenta de que me faltaba lo esencial: un gorro y unos guantes. Y, por qué no, unas botas más altas.
El parque tiene muchos monumentos a la Guerra. Se hace inevitable pensar en aquellos tiempos tan duros para los leningradenses, y aunque a lo lejos se vean los colores llamativos de un parque de atracciones permanente que en invierno ofrece una pista de patinaje y algunos tiovivos, el Parque de la Victoria es un lugar para recordar.
Quizá en verano la gente entre en el parque no para recordar a los héroes, sino para tumbarse en el cesped y tomar el sol o simplemente disfrutar de sus zonas verdes y de sus pintorescos estanques. Pero aún entonces la Guerra estará presente en sus mentes, porque no es un parque de cultura cualquiera.
Ahora los carteles de “Prohibido bañarse” están reemplazados por los de “Prohibido pisar el hielo” clavados al lado de los estanques. Aún así, hay mucha gente que prefiere atravesar el parque siguiendo esa ruta, porque es la más corta.
No hay muchos transeúntes en el parque. La mayoría de sus visitantes son madres jóvenes vestidas con pantalones de esquí que pasean a sus bebés en carritos. Los médicos dicen que a los recién nacidos hay que sacarlos al aire libre aunque esté todo helado, porque es bueno para su salud. Y los sacan todo el tiempo que puedan, dos o tres veces al día, y dan largos paseos, porque se hace así, porque siempre se hizo así. Lo hicieron así sus madres y sus abuelas.
El frío que tenía dentro del cuerpo empezó a preocuparme y al salir del parque me dirigí a una calle que está al lado de la biblioteca, porque me pareció ver allí una cafetería. No tenía hambre, pero pedí un té y un trozo de la tarta “napoleón”, y al sentarme, seguí viendo una película en el móvil que llevaba ya semanas viendo.
La_profe