El Monasterio de Alejandro Nevski en San Petersburgo.

El Monasterio de Alejandro Nevski en San Petersburgo.

Notapor La_profe » 02 Dic 2013, 23:23

El día 7 de junio del año 2009 era la fiesta de la Santísima Trinidad en Rusia, pero yo, siendo una persona muy lejana a la religión y la iglesia, no lo sabía.

Aquel día me desperté en mi Petersburgo natal con un fuerte resfriado. Sólo llevaba una semana en la ciudad, pero después de los paseos por los malecones del Neva bajo el aire frío y húmedo de los finales de primavera me vino lo inevitable: un increíble dolor de garganta y un horroroso catarro.

- Parece que he cogido un resfriado - le dije a mi hermana aquella mañana al entrar ella en la cocina para poner la cafetera -, pero todo se soluciona con una buena bufanda y unas pastillas para la garganta. Pasaré por una farmacia antes de entrar en el metro e iré hasta el centro para dar un paseo y hacer fotos.

-¿Te has mirado en el espejo? - me preguntó apartándose de mí como si fuera un virus hecho persona - ¿Adónde vas a ir ASÍ?

- Lo que pasa es que aún no me he maquillado - le contesté ignorando su mirada que apenas si mostraba compasión.

No quería perder un día entero de mi viaje pasándolo en casa rodeada de pañuelos usados y tazas de té. Pensé que en la calle ya me sentiría mejor. Así que salí, compré en la farmacia "La gente sana" unas pastillas para la garganta y fui en metro hasta el centro de la ciudad.

Salí en la parada "Plaza de Alejandro Nevski" pensando dar un largo paseo por toda la Nevski Prospect hasta los almacenes "Gostiny Dvor" y hacer fotos de los edificios antiguos de aquella zona bajo un cielo nuboso que parecía pintado con acuarela. Pero algo me hizo cambiar de planes y me dirigí al Monasterio de Alejandro Nevski. Hacía seis años que no pasaba por allí, me acordaba de la última vez que estuve allí y de lo bonito que era, así que decidí entrar a hacer fotos.

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El Monasterio de Alejandro Nevski dentro del cual hay una catedral y dos iglesias seguía siendo tan bonito como lo recordaba, aunque allí me sentí una verdadera turista. Primero, porque aquellos sitios los conocía poco y era como estar en otra ciudad rusa de visita. Y segundo, porque veía por todas partes a gente creyente, gente ortodoxa que decidió pasar el día de la Trinidad por aquellos sitios. Mujeres con pañuelos en la cabeza se santiguaban a la entrada del Monasterio, y cuando pasé junto a un kiosko en el que se vendían velas, iconos y otras cosas propias de la iglesia, salió de él un joven cura vestido de una sotana negra. Su larga y descuidada barba no le quedaba nada bien, le hacía parecer aún más niño.

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En la escalera de la iglesia jugaban dos chiquillas que también llevaban puestos unos pañuelos. Estaban dando saltos de un peldaño a otro, y al verlas pensé que seguramente las hubieran bautizado en los primeros meses de vida porque sus padres eran creyentes y querían que sus hijas también lo fuesen. Eran aún muy pequeñas pero ya comprendían lo que era la iglesia, sabían por qué las llevaron allí aquel domingo y lo que significaba todo aquello... Y yo no lo sabía ni lo comprendía.

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Di un paseo por el parque del Monasterio y decidí entrar en los cementerios que forman parte del parque y en los que fueron enterrados muchos artistas y científicos de los siglos pasados. La entrada en los cementerios valía 100 rublos (2,5 euros) y aunque los cementerios no son un sitio ideal para los paseos de domingo, estos no son tanto cementerios como un museo al aire libre.

La cajera al darme la entrada me dijo que la excursión por el cementerio acababa de empezar y que con un poco de prisa podía alcanzar el grupo. Y fue lo que hice. Fui casi corriendo hasta las puertas del cementerio buscando con los ojos algún grupo que estuviera parado al lado de alguna tumba, y de repente oí:

- ¡Señorita, su entrada, por favor!

Me di la vuelta y vi un kiosko de madera en cuya ventanilla había un hermoso gato gris que me estaba mirando con sus ojos verdes. Un gato hablándome en un cementerio... suena a Bulgákov. Pero de pronto el gato fue apartado por su dueña que me volvió a preguntar por la entrada, me rompió el pequeño papelillo en dos y me dejó pasar.

Al encontrar el grupo que me fue recomendado me puse a escuchar lo que decía la guía. Era una mujer alta y bastante incolora como la mayoría de las guías soviéticas a cuya época pertenecía. Llevaba puesto un impermeable color burdeos que más que un impermeable parecía sotana de un cura. Nos enseñó la tumba del escritor Fonvizin, las tumbas de de los arquitectos Stárov, Rossi,Voronijin (el autor de la Catedral de Kazán) y Kozlovski. En la parte opuesta del cementerio estaban las tumbas del escritor e historiador Karamzín, de los poetas Zhukovski, Délvig, Danzas, Krylov, del poeta y traductor Gnedich. Nos acercamos también a la tumba de Dostoievski y la guía dijo que al morir el escritor hubo un concurso en el que se elegió el diseño de la tumba. También dijo que Dostoievki quería ser enterrado en el cementerio Novodévichi de Moscú, pero era caro y no fue posible.

De allí fuimos a ver las tumbas de los compositores Glinka, Rimski-Kórsakov, Balákirev, Músorgski, Borodín y Chaikovski. Luego la guía nos enseñó la tumba de la actriz de teatro Kommisarzhevskaya a la que llamaban "la gaviota del escenario ruso" por su papel de Nina Zariéchnaya en la obra de Chéjov "La gaviota". También fuimos a ver las tumbas de los pintores Kuindzhi, Shishkin, Kustódiev. Todo lo que contaba la guía era interesante y me acordé de la libreta que llevaba conmigo e hice apuntes apoyándola en la cámara de fotos. Hacía frío, el parque estaba completamente húmedo después de muchos días de lluvia y la garganta me empezó a doler de una manera insoportable. Entonces saqué la caja de pastillas que había comprado y me puse a chupar una. Las pastillas eran muy ácidas y muy sabrosas, y olían precisamente como tienen que oler las pastillas para la garganta, a eucalipto o algo así. Una señora de las de nuestro grupo al notar un aroma extraño se dio la vuelta y me miró, pero yo enseguida puse una cara imperturbable e inmóvil y no movía los labios ni lo más mínimo para que la señora pensara que se había equivocado.

Salí del parque completamente helada pero la excursión me gustó, me sentía contenta de haber ido a escucharla. Al salir del parque fui dando un paseo por la Nevski y entré en la boulangerie française "Le Garçon" donde me tomé un café americano con un croissant y de paso vi las fotos que saqué. Son estas:

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Re: El Monasterio de Alejandro Nevski en San Petersburgo.

Notapor Olga » 03 Dic 2013, 08:47

Gracias por compartir tu paseo con nosotros. ¡Qué fotos...!
En Madrid también hay paseos turísticos por algunos cementerios, y son muy interesantes
Saludos
Olga
 
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