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Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 14 Ago 2015, 20:45
por La_profe
Hola a todos,

Os escribo desde San Petersburgo antes de pasar mi última noche aquí, aunque lo lógico sería decir mis últimas horas, porque a las cuatro de la mañana saldremos en coche rumbo a Finlandia. Allí pasaremos el sábado entero y la mañana del domingo para luego coger el avión que nos llevará a mi hija y a mí a Madrid y nos devolverá a casa.

Estas dos semanas que he pasado en Petersburgo han sido de lo más productivas en todos los aspectos. Estuve intentando dormir y descansar lo justo para aprovechar los días al máximo, más bien exprimirlos para no perder ni un solo minuto; he podido realizar todos mis planes, el buen tiempo me estuvo acompañando desde los primeros hasta los últimos días y he visitado todos los sitios que tanto añoraba.

Ni que decir tiene que me cuesta mucho dejar esta casa, este barrio, esta ciudad... Pero los dejo haciendo cálculos para el próximo viaje que no será muy pronto, pero, si no sale ningún imprevisto, tampoco tiene que quedar demasiado lejos. :)

Dentro de unos días empezaré con las publicaciones de los artículos de este viaje. Los que tengo pensado escribir son estos:

- San Petersburgo 2015: tendencias.
- Nuestra visita al Hermitage.
- Un paseo por la avenida Liteiny.
- Los almacenes “Gostiny Dvor” celebran sus 230 años.
- Un restaurante de moda: “Brynza”.
- Mi barrio.
- Comparamos los precios: agosto 2015.


etc.

También haré álbumes de fotos y añadiré imágenes a los que ya están presentes.

Y, por supuesto, contestaré a aquellos de vosotros que habéis quedado sin mi respuesta estas semanas.

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Большой привет из Питера!

La_profe.

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 19 Ago 2015, 22:33
por La_profe
Un paseo por la avenida Liteiny.

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La avenida Liteiny (Литейный проспект) es una de las calles principales del centro de San Petersburgo que va perpendicular desde la perspectiva Nevski hasta el Neva. También es una de las calles más antiguas que recibió su nombre en 1738, sólo unas décadas después del nacimiento de la misma ciudad en 1703. El nombre de la avenida, como los de muchas otras, fue cambiado después de la Revolución y la Liteiny empezó a llamarse la avenida Volodárskogo, pero ya en 1944 se le devolvió su nombre original.

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¿Por qué se llama así?

La avenida se llama Liteiny porque fue allí donde durante mucho tiempo se fabricaron piezas de artillería. Para ello se fundía el hierro y se solidificaba luego en los moldes. El proceso se llamaría “fundición” en español y en ruso se llama “litió” («литьё»). De allí viene “Liteiny”.

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¿Qué hay en la Liteiny?

Habrá petersburgueses que asocien la Liteiny con el edificio del NKVD, uno así llamado “Bolshói Dom” (la “Casa Grande”), habrá otros que forman el público agradecido del teatro “Na Litéinom” (“En la Liteiny”), habrá amantes de literatura que irán allí a visitar el museo de Nekrásov (el escritor vivió en un edificio de la Liteiny los últimos veinte años de su vida), y también habrá personas para las que la Liteiny es una calle de librerías de viejo.

Conozco de vista el edificio bastante insípido del NKVD; he estado en alguna ocasión en el teatro “Na Litéinom”; aún no he entrado en la casa de Nekrásov, pero si algo me hace pasar por la Liteiny una y otra vez desde los finales de los noventa y hasta ahora, es la búsqueda de los libros viejos que me pueden interesar.

Mis tardes en la Liteiny.

Cuando empecé a estudiar el español y me sentí atraída por las culturas de la América Latína, su literatura y su arte, las librerías de viejo de la Liteiny fueron para mí todo un descubrimiento. Había librerías de los libros usados, por toda la ciudad, pero en la Liteiny se encontraban todas seguidas, podías salir de una y entrar en otra.

Hace unos días encontré un artículo sobre la venta de los libros viejos en San Petersburgo y leí que a finales de los noventa las librerías de viejo vivieron su mejor época. Entonces mucha gente intentaba vender libros para sobrevivir, y gracias a ese fenómeno postsoviético en las librerías de viejo se podían encontrar unas verdaderas joyas y por poco precio. Luego, cuando empezaron los años cero, hubo gente que vendía libros para ayudarse a pagar la hipoteca, y ya más tarde, cuando vinieron los libros electrónicos, los libros usados, a pesar de seguir siendo aportados a las librerías, dejaron de venderse bien.

Por eso y por otras razones de economía se cerraron tantas librerías que me eran queridas a mí y a los bibliófilos de la cuidad. Ahora ya dejó de existir la librería “Buquinist” que estuvo casi 125 años ocupando la planta baja del edificio 59, ya no existe la “Stáraia Tejnícheskaya kniga”, se redujo a una sola sala la “Akademkniga”, etc.

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"Akademkniga"


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Al entrar en la "Akademkniga"


Recuerdo como recorría esas librerías en mis tardes libres, o antes de ir a clases de dibujo y pintura en el canal Griboyédova, en búsqueda de libros en español. Los que encontraba solían ser de editoriales cubanas y algunos eran de lo más aburridos, pero aún así significaban mucho para mí. También en una de aquellas librerías encontré un catálogo de una exposición del arte mexicano que hubo en el Hermitage en 1961 y fue allí donde me compré mi primer diccionario “serio” de español. Me lo envolvieron en papel color marrón, y al salir a la calle lo agarré contra mi pecho, como si fuera un tesoro, para protegerlo de la nieve que caía a copos. Otro diccionario que en cierto sentido es único lo compré en la “Akademkniga” y se titulaba “Diccionario español de la América Latina – ruso”. No volví a encontrar un diccionario parecido jamás, y lo tengo expuesto en una de mis estanterías, entre otros diccionarios grandes.

En 1999 aún no tenía ordenador ni reproductor de CD’s en casa e iba cazando cintas de audio con canciones en español allí donde se vendían. También era algo difícil de encontrar, pero un puesto de música lo había justo a la entrada de la”Akademkniga” que ya mencioné. Allí pude adquirir cintas de la música étnica argentina, cubana y mexicana que durante muchos meses eran mi objetivo de estudio número uno.

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Mi último (por ahora) paseo por la Liteiny.

Muchas cosas de aquel entonces ya pasaron a la historia, y al dirigirme a la Liteiny esta vez, lo primero que hice fue comprarme un café americano “para llevar” en una cafetería que conozco hace años, la “Chainikoff”. Lo curioso es que mientras dejé de visitarla estos años, el diseño de su interior apenas cambió, pero se le añadieron estanterías “book-crossing”. Fijaos en el cartel.
¿Será porque la cafetería está situada en la Liteiny, la avenida de los libros viejos?

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"Чайникофф".


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Al salir con el vaso que estaba ardiendo en mi mano, vi un cartel así:

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“Compra de libros”. ¿Será que el autor de aquel artículo se equivoca un poco y que nada ha cambiado en realidad?

También la famosa galería de arte “Boréi” se dedica a la compra y venta de libros, cosa que no sabía:

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Hay bastantes más librerías que he visto caminando por sus aceras, hasta encontré dos “Dom Knigui”, cuya dirección principal está en el canal Grivboyédova en el Edificio Zinger, pero que tiene más librerías aquí y allá:

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Y el sitio que que me llamó la atención fue una librería que antes se llamaba “Podpisnýie izdania” (“Publicaciones periódicas”) y de la que ahora sólo queda el nombre. Ahora es una librería nueva, muy sofisticada y llamativa, que además es un café. Su cartel pone lo siguiente: “Vengan a leer, a dibujar, a descansar y a tomar café escuchando una música divina”:

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La próxima vez que pase por allí, entro y luego os cuento qué tal está. Ojalá no desaparezca hasta entonces.


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La_profe.

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 21 Ago 2015, 14:00
por La_profe
Los almacenes "Gostiny Dvor" celebran sus 230 años.

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Los almacenes “Gostiny Dvor”, el centro comercial más antiguo de San Petersburgo, abrieron sus puertas a los ciudadanos en 1785. El edificio diseñado por el arquitecto francés Vallin de la Mothe y que pertenece al clasicismo temprano contenía al principio 178 tiendas de todo tipo. Durante la Guerra y el Sitio de Leningrado el “Gostiny Dvor” siguió abriendo aquellas de sus secciones que no quedaron destruidas por los bombardeos. La reconstrucción de éstas últimas empezó aún antes de haber terminado la guerra, y para 1948 los almacenes ya habían vuelto a la normalidad.
En 1955-1967 se llevaron a cabo otras reformas y las tiendas hasta entonces separadas se unieron en una larga fila que se podía recorrer sin tener que atravesar puertas.
En 1967 terminó la construcción de la parada de metro “Gostiny Dvor” y se pudo entrar en ella desde los mismos almacenes. Este año, el 2015, el “Gostiny Dvor” celebra su 230 aniversario.


El “Gostiny Dvor” en la URSS.

Después de la guerra y antes de que el país entrara en un déficit total, los almacenes “Gostiny Dvor” eran el comercio favorito de los leningradenses, pero aquello no duró para siempre.

En los años 1980, la época de estanterías vacías y colas enormes, el “Gostiny Dvor” vivió sus peores años, y aún así estaba siempre lleno y vendía lo que había, que, comparando con otros comercios, no era poco.

Pregunté a mi madre si compraba algo en el “Gostiny Dvor” en aquella época y dijo que pasaba por allí a menudo y si había algo, se ponía en la cola.
- Os llevaba a tu hermana y a ti al Palacio de los Pioneros
(está a 10 minutos andando desde el “Gostiny Dvor”) y para tener algo que hacer entraba con las otras madres en el “Gostiny Dvor”, a ver si había suerte. Un día os compré allí unos jerséis húngaros, te acordarás de ellos.
- Aquellos de colores vivos, sí.
- Esos. Y como siempre, había que aguantar la cola y sólo te dejaban comprar dos unidades. Menos mal que precisamente erais dos. Y así con todo. Un día vuestro padre pudo comprar allí varios vinilos de los Beatles, también era una suerte increíble porque lo que solía haber era música clásica, cantantes soviéticos y poco más. ¿O fue en los noventa? No me acuerdo.


En los 1990, después de la caída de la URSS, las ventas subieron de una manera inesperada y también había cambiado la atmósfera que reinaba en las tiendas: la gente estaba ahora contenta de poder adquirir cosas que ni soñaba con encontrar disponibles hacía tan solo unos años.


Qué elijo: ¿centros comerciales modernos o el “Gostiny Dvor”?

Los petersburgueses de ahora que disponen de centros comerciales grandes y modernos en cada barrio, difícilmente preferirán el “Gostiny Dvor” para ir a mirar ropa, calzado o joyas. Para eso están los sitios como “STOCKMANN”, “Galereia”, “MEGA” y muchos otros que ofrecen una gran variedad de tiendas nacionales e internacionales más solicitadas y también montones de restaurantes y cafeterías para todos los bolsillos. Ni que decir tiene que son comercios más espaciosos y más funcionales que el “Gostinka”.

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Entonces, ¿quién entrará en el “Gostiny Dvor”?

Pues en el “GD” entrarán aquellos que:

- en un día desagradable y frío quieran intentar evitar coger el resfriado refugiándose en sus larguísimos pasillos sin dejar de recorrer las calles en dirección elegida, sea la Nevski, la Sadóvaya, la línea Perínnaya o la Lomonósovskaya.

- quieran conocer esos almacenes antiguos por dentro, salir a los balcones de la segunda planta para hacer fotos y comprar algunos recuerdos. Se trata de turistas rusos o extranjeros, por supuesto. Y es que los recuerdos en el “Gostiny Dvor” se venden por todas partes.

- visitan el Museo del Chocolate, la Galería de la Alta Costura, el Museo de Cera, la perfumería árabe “Aromas del Oriente”, el Museo del Fieltro “Equilibrium”, ropa de punto de Estonia, el cosmético “Dzintars” de Letonia, etc.

- no saben cómo matar el tiempo y entran a mirar qué hay.


¿Qué he encontrado en el “Gostiny Dvor”?

Me gustó ver que más o menos todo quedaba igual que hacía años, hasta la pequeña tienda de zapatillas de casa quedaba donde siempre, a la entrada que se realiza desde el metro. Y en la primera planta (la que llamaríais planta baja), quedaba mi sección favorita de papelería donde compré algunos cuadernos. Antes solía comprar allí lapiceros checos “Koh-i-noor” y acuarela “Leningrad”, para mí la mejor de todas.

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La sección de juguetes seguía ocupando una buena parte de la línea Sadóvaya y parecía que no terminaría nunca.

En la sección grande de alimentación apenas encontré vinos de España (antes había muchos), y al seguir avanzando enseguida noté un fuerte olor a pizza. No a cualquier pizza, sino a la pizza de la cafetería del “Gostiny Dvor” (bueno, esto sólo lo entenderán aquellos que saben de qué hablo). Ese olor permanece allí años y años, tenía yo unos 15 o 16 y ya entonces se había instalado allí… Entré a tomar una coca-cola para disfrutarlo un poco más.

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Luego subí a la segunda planta (la primera…), y salí al balcón para dar un paseo por fuera.

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Al volver dentro hice fotos a las tiendas de ropa que había. ¿A que son raras? ¿De verdad que se trata de un centro comercial y no de un mercadillo de un barrio-dormitorio? Pues sí, y los precios son de lo más inalcanzables, porque lo que hay aquí son marcas mundialmente conocidas.

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Otra cafetería que hay en el “Gostiny Dvor” es la que ofrece bocadillos, pasteles, empanadas, helados y otras cosas para acompañar con el café, té o algún refresco. Precios muy económicos, sabores de siempre. Está en la segunda planta.

Y lo que hice al final fue entrar en el “Detski Universalny Magazín” (“Tienda Infantil Universal”) como lo haría cualquier otra madre petersburguesa en mi lugar. Pensé que una tienda con un nombre tan prometedor me ofrecería montones de juguetes “sdelano v Rossii”, ropa de marcas nacionales, sitios donde los niños puedan jugar un rato mientras los padres estén comprando, etc. Pero lo que vi era de lo más triste. Apenas había juguetes (y la mayoría de aquellos eran de los países donde se produce ahora casi todo) y lo que sí había era ropa y calzado para los escolares. Dada la época en la que estamos es normal, pero no es algo que anime el ambiente de esa tienda. Además, todas las esquinas y pasillos estaban llenos de maniquíes que les hacían sobresaltar a los compradores. Parecía que estaba todo lleno de gente e iba intentando no molestar hasta que me daba cuenta de que eran muñecos y no niños de carne y hueso…

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Y lo que sí me ha gustado de todo lo que vi eran las paredes, las escaleras, los techos, las puertas, todo aquello que sigue intacto desde que era pequeña… Basta con intentar imaginar el “Gostiny Dvor” sin los comercios de moda de ahora y dejar que los ojos vean solo lo del fondo, y parece que la máquina del tiempo de ha trasladado al pasado.

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La_profe.

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 25 Ago 2015, 13:39
por La_profe
El restaurante "Brynza".

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¿Qué significa “brynza”?

Es un queso que se hace con leche de oveja y se come en Rusia, Ucrania, Rumanía, Polonia y otros países. En la versión española de la Wikipedia su nombre viene escrito como “bryndza”: https://es.wikipedia.org/wiki/Bryndza

En Rusia es un queso favorito de muchos que entra en la alimentación más básica de cualquier familia incluyendo la mía, aunque tengo que admitir que soy la oveja negra que no puede ni probarlo.

El nombre de este queso no me parece apropiado para una red de restaurantes que sirven los “chieburiek” (“чебуреки”), pero con él apareció en la ciudad en once direcciones diferentes y con él se hizo famosa enseguida.


Los “chieburiek”.

El “chieburiek”, cuyo nombre viene de los idiomas mongoles, igual que la receta viene de esos pueblos, es una empanadilla grande con relleno de carne que se fríe en aceite hirviendo y normalmente se sirve con salsa de tomate. En Rusia el “chieburiek” llegó a ser muy querido gracias a los habitantes de los países del Cáucaso donde se considera un plato nacional. Los caucasianos lo preparan con carne de cordero, cebolla y muchas especias típicas de la zona, y así mismo se hacen los auténticos “chieburiek” en las cafeterías y restaurantes rusos.


Las cafeterías “chieburiéchnaya” en Leningrado.

Hace años, en la época de la URSS, en Leningrado había muchas cafeterías que se llamaban “cheburiéchnaya” y recuerdo que de pequeña solía ir a comer allí con mis padres. Eran sitios sencillos que carecían de diseño (solían tener los clásicos azulejos blancos en las paredes) y que además de los “chieburiek”ofrecían ensaladas y ensaladillas de verduras con smetana o con mayonesa. Los “chieburiek” se servían desde una ventanilla que daba a la cocina. Ahora esto se llamaría cafetería “self-service”. Los mejores “chieburiek” que he comido eran aquellos que comí de pequeña.

Ahora dicen que hay menos cafeterías “chieburiéchnaya” que antes, aunque sólo estas dos semanas que estuve en Píter encontré varias en el centro.


El “Brynza”: su menú.

El “Brynza” me lo había recomendado mi hermana que suele entrar allí cuando tiene que comer fuera.

- Pero ¿qué comida es esa, un chieburiek? -la pregunté-. Todo frito, con un montón de grasa, y tan fuerte… Vamos, luego estarás dos días sin acordarse del hambre, ¿no?
- Te equivocas. –me contestó-. No hace falta que pidas un chieburiek con carne de cordero y cebolla, puede ser uno de verduras.
- Como un rollito de primavera chino, entonces.
- ¡Tú no tienes ni idea!


Quizá tuviera ella razón porque cuando miré la página del “Brynza” en internet y vi el menú, me sorprendió la cantidad de “chieburiek” que sus autores han inventado aparte de el de siempre. Los había con patatas y setas, con pollo y queso, con salmón y verduras, con berenjena, tomates y queso mozarella, etc.

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Lo que más me gustó del menú eran los nombres de los platos. Había un “chieburiek” que se llamaba “Не детский” (“No apto para menores”), había otro que se llamaba «Мужской» (“Masculino”), otro que era «Дамский» (“Para las damas”) y hasta había un “chieburiek” «Китайский» (“Chino”).

Además de los “chieburiek”, en el menú había cerca de veinte ensaladas y ensaladillas distintas, cuatro de ellas calientes (¡!), siete sopas, una gran variedad de segundos platos, como en cualquier restaurante de cualquier país, montones de postres, bebidas frías, tés y cafés.

Y al final del menú venían los cócteles de la casa, con unos nombres…
“Секс на пляже» (“Sexo en la playa”), «Знойный мексиканец» ( “Mexicano caliente”), «Сегодня не ждите» (“No me esperen hoy”), «Флаг России» (“La bandera de Rusia”), «Держите меня семеро» (“Sujetadme los siete”), etc.


Mi visita al “Brynza”.

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Si aquel día entré en el “Brynza”, fue porque estaba al lado del metro “Gostiny Dvor” para ir a casa después de haber recorrido ambas plantas del “Dom Knigui” y aún me quedaba media hora libre. Enseguida pensé que podía aprovecharla para ir comer algo, cosa que se me había olvidado cuando, después de acostar a la niña para que durmiera la siesta y dejarla bajo la vigilancia de mi hermana, salí de casa disparada para ganar aunque fuera un cuarto de hora más…

El único sitio que se presentó ante mis ojos era el “Brynza”. No había tiempo para seguir pensando o ir en búsqueda de los blinis o de una shavierma, así que entré.

El diseño del interior me pareció bastante inexpresivo: los dos comedores espaciosos y uno pequeño estaban un poco oscuros, algo que me chocó porque contrastaba demasiado con la apariencia alegre y divertida que el restaurante tenía por fuera. Las mesas y las sillas eran de color marrón, y el único adorno que había en las paredes eran unos cuadros con paisajes de San Petersburgo, bonitos, pero muy vistos, hasta diría que para poner esto, sería mejor no poner nada… Pero alguien lo habría diseñado así y habría cobrado lo suyo.

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Como he dicho antes, tenía poquísimo tiempo, y nada más sentarme, abrir el menú y localizar en él el “chieburiek” más clásico, el de carne, cebolla y especias, pensé en el tiempo que tardarían en traérmelo. Pero enseguida vino una de las camareras y tomó nota.

Todavía estaba hojeando el menú por mera curiosidad cuando me trajeron la cerveza. Una cerveza 0,3 que llevaba el nombre del restaurante, es decir, una cerveza anónima. Pero muy fría y bastante sabrosa.

Y luego vino mi "chieburiek". ¡Qué pinta más buena tenía!

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Empecé a disfrutarlo cuando ví que se abrió la puerta y entró un señor que no se atrevía a pasar. Miró a su alrededor y se dirigió a una pareja joven que estaba sentada justo a la entrada terminando su comida.
- Do you speak english? –les preguntó.
Le sonrieron de la manera más amable y abierta y contestaron en ruso que no hablaban inglés.
“¿Será posible?”, pensé yo cortando otro trozo de chieburiék y untándolo en la salsa de tomate.
Mientras tanto, el turista extranjero se saltó unas cuantas mesas más, incluyendo la mía, y se dirigió a las camareras que estaban hablando al lado de la barra.
- ¿Do you speak english?
Había que ver las caras que pusieron, se quedaron perplejas y se veía que estaban algo avergonzadas. ¡Como para no avergonzarse! ¡Tampoco ellas hablaban inglés!
Entonces, cuando ya casi me decidí a intentar ayudar, al señor aquel se le acercó el otro camarero que había en la sala, un chico de unos veinte años de edad, y con una frase muy correcta, pero seguramente aprendida de memoria, preguntó qué buscaba.
El señor dijo que estaba buscando el hotel “Astoria” donde le dijeron que había camisetas de “Hard Rock Café”, y entonces el chico hizo un ademán en la dirección del hotel, y yo me di cuenta de que el turista tenía un fuerte acento hispano. “Sudamericano. Fijo.” pensé.
Cuando el extranjero salió a la calle, le oí decir a los compañeros:
- ¡Para acá!
Podía haberle ayudado. Pero ya era tarde. Lo que hice fue acabar mi “chieburiek” y mi cerveza, pagar la cuenta renunciando un café americano por falta de tiempo y salir a la calle para hacer alguna foto más al sitio por fuera.

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Justo a la entrada había un cartel diciendo: “English menu”. Pero ¿de qué sirve tener un menú en inglés si no puedes ni contestar a una pregunta como “Do you speak english?

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http://cafebrynza.ru/


La_profe.

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 29 Ago 2015, 02:11
por RadiactivoMan
Me está gustando mucho lo que nos cuentas de tu viaje a Piter. Los precios de los "chebureki" muy asequibles!!!. Y la carta muy amplia, como suele ser habitual en los cafés rusos.

Un saludo!!!!

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 30 Ago 2015, 14:38
por La_profe
¡Gracias, RadiactivoMan, por tu participación en el foro! :D

Y ahí va otro artículo...

Mi barrio.

El barrio del que voy a hablar y al que considero mío a pesar de que llegué allí a vivir a la edad de cinco años se hizo en los años ochenta. Hasta entonces era un antiguo pueblo en las afueras de Leningrado que podía presumir de tener tres ríos: el Neva, el Slavianka y el Murzinka. Precisamente por esa cercanía a los ríos, en los años 1715-1716 Pedro el Grande trasladó allí a doscientas familias de pescadores para que los habitantes de la ciudad, y él primero, tuvieran en sus mesas un buen pescado.

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El antiguo pueblo.


Los primeros cambios llegaron en los años 1960: el pueblo con sus casas de madera fue eliminado y en su lugar empezó a elevarse un barrio-dormitorio, el sueño de muchos leningradenses que ansiaban vivir en pisos espaciosos y completamente nuevos en un lugar bonito que, además, no quedaba demasiado lejos del centro de la ciudad.

Para los años 1970 el barrio contaba con una estación de ferrocarril, una parada de metro (¡25 minutos y estás en el "Gostiny Dvor"!), una escuela, una sauna y las primeras decenas de casas urbanas, las así llamadas “jruschiovka”. Tenían cinco plantas, no eran bonitas por fuera ni tampoco ofrecían pisos amplios por dentro. Con los años y con la ausencia de reformas perdieron el poco atractivo que tenían, pero aquellos que entraron a vivir en ellas hace ya cincuenta años hacen todo lo posible para que parezcan más acogedoras, las rodean de flores.

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Una de las calles principales.


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Una "jruschiovka"


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Flores al lado de un portal.


En los años 1980 el barrio creció de una manera significativa gracias a las recién elevadas, altas y bonitas casas modernas, la mayoría de nueve o doce pisos y con apartamentos espaciosos y cómodos.

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Una imagen del barrio de los 1980.


Una de esas casas, construida en 1986, es la mía. Allí nos mudamos mis padres, mi hermana menor y yo unos meses después de que las obras fueron terminadas y allí sigo alojándome durante mis viajes a Petersburgo.

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Mi casa.


También fue en los 1980-90 cuando se construyeron escuelas, guarderías, dos centros de salud, cuatro o cinco tiendas tipo “universam”(lo más parecido a un supermercado)… todo lo que un barrio soviético debía tener.

Y al dejar de ser un barrio-dormitorio soviético se fue convirtiendo poco a poco en lo que es ahora: uno de los barrios que atraen a los habitantes gracias a los maravillosos edificios construídos en los últimos años, uno de ellos es el segundo más alto de toda la ciudad:

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El edificio "Aliexandr Nevski".


Al lado del metro hay varios centros comerciales y se está construyendo uno más que tendrá salas de cines y aquellas redes de cafeterías que hasta ahora faltaban en el barrio, hay dos oficinas de correos, montones de tiendas pequeñas de todo tipo, supermercados de lo más variado, como en cualquier otra parte de la ciudad, parques infantiles muy simpáticos, guarderías bien cuidadas, etc.

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Un parque infantil.


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Algo parecido a un estadio.


Las únicas tres cosas que quedan intactas desde los siglos pasados son estas: las orillas del río Neva, la torre de agua construida a finales del XIX y los árboles frutales aquí y allá:

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La torre de agua.


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El Neva.


En realidad este relato sobre mi barrio lo quise escribir no porque iba a proponeros un paseo virtual por una parte de la ciudad que seguramente no conoceríais durante vuestro viaje, sino porque ha sido esta vez cuando me sentí unida de verdad a mi barrio gracias a una… frase.


El rizador de pelo.

Aquel día volvimos del centro mi madre, mi hija y yo, y ya nos íbamos acercando al portal cuando en un paso cebra oí como una adolescente le decía a alguien por el móvil:

- Ahora iré a ver a una amiga para recoger mi rizador de pelo.

Miré de reojo a aquella chica. Una chica del montón. Camiseta de tirantes, unos leggins y unas zapatillas deportivas de las baratas. No sé con quién estaría conversando ni tampoco es importante, lo que sí es importante es que aquella frase despertó en mi los recuerdos de toda una época, la de mi propia adolescencia en aquel mismo barrio, el de ella y el mío.

¿Qué significa “ir a ver a una amiga para recoger un rizador de pelo”? Pues, significa que aquella chica, de unos dieciséis o diecisiete años, lleva mucho tiempo viviendo en ese barrio, quizá desde que nació. También significa que de pequeña iba a una guadrería al lado de casa, de esas que se construyeron en los ochenta y desde entonces “adornaban” todos los barrios-dormitorios siendo edificios cubiertos de azulejos color marrón que de pequeños todos asociábamos con una tableta de chocolate.

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Guardería "chocolate".


Significa que luego fue al cole, y quizá sigue yendo y que el 1 de septiembre tal vez empiece su último año escolar, el undécimo.

Significa que ya habrá salido con chicos y que les habrá dado sus primeros besos en el portal antes de despedirse de ellos y sacar las llaves para abrir la puerta del piso de sus padres, pasar con la cabeza bien alta a su habitación y poner canciones de Víktor Tsoi a todo volumen.

Y también significa que tiene una amiga con la que comparte la mesa en el aula del colegio y con la que intercambiará pulseras, faldas y rizadores de pelo.

De vez en cuando va a la casa de su amiga para pasar un rato sentada en su cocina tomando té, y no del sobre, sino hervido en una tetera de porcelana. La amiga le ofrece una silla, “la suya”, cubierta con un cojín lleno de pelos de gato, y sentada allí come unos caramelos pegajosos o algún que otro “priánik” con sabor de menta, de los de siempre. Todo esto se acompaña de conversaciones sobre la relación de una que no tiene sentido porque él “no es capaz de comprender su alma” y de monólogos de otra sobre lo enamorada que está y lo difícil que es para ella el mostrarse contenta y despreocupada en clase, “cuando nota que la está mirando”.

Todo esto me vino a la cabeza en un instante y enseguida desapareció. Sé cómo es la vida de aquella chica del barrio porque yo también lo fui.

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Un edificio en construcción.




La_profe.

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 01 Sep 2015, 22:31
por La_profe
Nuestra visita al Hermitage.

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Mis primeras visitas al Hermitage quedan en un pasado que ahora mismo me parece muy lejano, y apenas me acuerdo de ellas. Mi madre sí:
“Siempre había que llevaros a tu hermana y a ti a la cafetería antes de entrar en las salas. Era la única manera de hacer que lo pasarais bien y que os mostrarais interesadas por las exposiciones”.

Quizá no recuerde cómo eran aquellas visitas, pero aún oigo en mi cabeza la voz de mi madre que intentaba hacer que prestáramos atención a los adornos que había en las salas, a los techos, a las escaleras, a las estatuas. Oigo su voz cuando de la misma manera hablo con mi hija enseñándola todos aquellos objetos de la colección del museo que me enseñaron a mí de pequeña.

¡A clase al Hermitage!

A la edad de doce años fui al Hermitage a hacer un curso de la historia del arte. Iba a clases en grupo de unos diez escolares de la misma edad, y la profesora era una de las guías del Hermitage, una señora bastante mayor. Las clases eran los jueves y duraban dos horas durante las cuales recorríamos aquellas salas que podían ilustrar el material de nuestros estudios. Aquellas clases estaban bien, aunque también había cosas que me horrorizaban:

- escribir pequeños ensayos y presentarlos en forma de un discurso frente al grupo;

- de vez en cuando ser la elegida para dirigir el grupo a la salida al final de la clase (era muy difícil encontrar el camino correcto si se estaba en alguna sala poco conocida).

Lo que no sé es si pude apreciar o no el contacto permanente que tuve aquel año con el Hermitage. Supongo que no, quizá por la edad, o quizá por haberme acostumbrado demasiado rápido a visitar el museo todas las semanas de esta manera y verlo como una especie de rutina.


Fuera como fuese, todo aquello queda ya muy atrás, y ahora tengo mi propio Hermitage como cualquier otra persona petersburguesa que quiere estar cerca del patrimonio de su ciudad. Con los años he aprendido que las mejores visitas al Hermitage son aquellas que se hacen en invierno, en un día laboral, por la mañana, porque no hay nadie: ni turistas rusos, ni turistas extranjeros, ni grupos de escolares. Y lo mejor que te puede pasar es el poder estar con el museo a solas.

También elaboré mi propia ruta que sigo durante la mayoría de mis visitas, a no ser que haya exposiciones temporales que quiera ver y que me hagan cambiar mis direcciones habituales.

Y también sé dónde encontrar un poco de paz tan deseada durante una visita al Hermitage en verano, cuando sólo hay que tumultos y bochorno en las salas y acentos extranjeros en el aire que huele a sudor.

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Prefiero ir al Hermitage sola, pero dudo de que tenga esta posibilidad los próximos años. También esta última vez estuve en el museo con mi madre, mi hija y mi sobrino Iliá.

La visita - agosto 2015.

Aquella mañana calurosa de principios de agosto llegamos al Hermitage media hora antes de que se abriera, pero en el patio nos esperaba ya una larga cola. Dicen que es algo propio de la época turística, pero yo diría que siempre hay colas en el Hermitage, da igual el día del año. Pueden ser más o menos largas, se puede tener más o menos suerte, pero no hay ni un solo día en que el entrar al Hermitage sea fácil.

La fuente.

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Mi madre enseguida se puso detrás de unos japoneses que llegaron un minuto antes que nosotros, y yo me llevé a los niños al centro del patio donde hay una fuente. Tuve que estar más de media hora entreteniéndoles, cosa que no era difícil, porque una fuente es la diversión preferida de cualquier niño de cualquier edad y los míos eran de 3 y de 4 años. Me gustaba verlos jugar, aunque pronto me di cuenta de que no sólo lo estaban pasando bien, sino que se estaban cansando antes de tiempo. Dos pequeños que se lo han pasado bomba tirando piedras y ramas a la fuente, ¿para qué querrán el Hermitage?

Cuando para entrar ya apenas quedaban unos minutos y mi madre nos hizo un ademán con la mano para que nos acercáramos, le llevé a sus nietos, completamente mojados, locos de alegría, con ganas de seguir corriendo, saltando y riéndose. Pero eso fue justo lo que no les íbamos a proponer.

Sobre las entradas.

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Una entrada vale 400 rublos. No me preguntéis cuánto es en euros porque la respuesta cambiaría de un día para otro dada la situación económica tan rara en la que estamos viviendo.

Hace unos años la entrada para una persona rusa era más barata que para una persona extranjera, y no era suficiente con pedirla en un ruso perfecto, sino que había que enseñar el pasaporte nacional. Ahora esta diferencia se ha eliminado y me parece muy bien. ¿Acaso hay diferencias de precios para los franceses y los turistas extranjeros en el Louvre?

Otra cosa que me parece un cambio positivo es la posibilidad de hacer fotos sin tener que pagar un suplemento. Antes todo aquel que quería hacer fotos o vídeos tenía que comprar una entrada adicional que valía 200 rublos y que te permitía utilizar la cámara en las salas. A la entrada se le añadía una pegatina que había que llevar encima durante toda la visita.
Niños, estudiantes y pensionistas entran gratis, como ha sido siempre.


Después de pasar por una de las cafeterías (las dos que hay están en la planta baja, antes de llegar a las salas del Antiguo Egipto) nos abrimos paso para subir la escalera principal donde todo el mundo hacía fotos, y enseguida pensé que el Hermitage que me había tocado ese día no era “el mío”. El mío es aquel que apenas tiene gente en la escalera, y si la tiene, suelen ser empleados del museo, vigilantes, guías…

Recorrimos casi toda la segunda planta donde están las salas que mayor atractivo pueden tener para los niños:

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No subimos a ver a los impresionistas ni bajamos para ver el arte del Egipto, Grecia y Roma. Allí se aburrirían entre los cuadros y las estatuas, aunque en cuanto a mí, las eché de menos.

Los niños se portaron bastante bien, sobre todo la niña, porque tiene mucha curiosidad por los sitios nuevos, sobre todo aquellos que ofrecen muchas cosas para ver. No paraba de decir “Как красиво!” (“¡Qué bonito!”) y corría de una sala para otra para ver qué había detrás de cada puerta. El niño, en cambio, se retiró con la abuela a la cafetería para comer un segundo helado y esperarnos allí: era su primera vez en el Hermitage y yo diría que no encontró nada que podía llamar su atención.

A ver si para el año que viene ya están un poco mejor preparados para este tipo de actividades, o por lo menos sienten de alguna manera la atmósfera única del Hermitage.


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La_profe.

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 04 Sep 2015, 14:25
por La_profe
San Petersburgo: tendencias.

Hablando de tendencias lo más normal sería organizarlas de alguna manera, ya que se trata de cambios que se han producido en sectores concretos, sea en el de la moda, el de la cultura, etc. Pero eso habría sido posible si hubiera hecho una investigación con más esmero, y para eso habría necesitado pasar en Petersburgo mucho más tiempo.

Los cambios curiosos que ha habido en la ciudad últimamente y que pude apreciar son difíciles de ordenar, por eso simplemente los pondré en una pequeña lista.

1. Los nombres de los locales escritos con caracteres latinos.

Es algo completamente nuevo y, por supuesto, se hace para atraer a más clientes y para subir las ventas. Ya queda en el pasado el truco de cambiar alguna letra del nombre del sitio por su equivalente latino, añadir un signo fuerte al final de un nombre masculino o introducir una ѣ en lugar de una e.

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Todo esto está ya muy visto, ya nadie se fija en ello y por eso ahora aparecen carteles como estos:

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японский ресторан "Две палочки"


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"Коммуналка"


Son muchos, y a nosotros, los nativos, se nos hace muy raro ver las palabras rusas escritas de esta manera, nuestras vistas se quedan clavadas en esos carteles hasta que por fin los leemos y, sorprendidos, nos sentimos atraídos a los locales que los llevan. Lo de poner los nombres con caracteres latinos es algo muy moderno, divertido, pero está claro que no es más que una tendencia que luego desaparecerá.

2. Cafeterías tipo "столовая" ("comedor para todos los bolsillos").

Hace unos diez años estaba muy de moda todo lo soviético. Fue entonces cuando la ciudad se llenó de cafeterías y restaurantes que bajo los nombres de "СССР" ("URSS"), "Победа" ("La victoria"), "Квартирка" ("El pisito") о "Дачники" ("Los veraneantes") ofrecían comida rusa de siempre: los pelmieni, la borsch, etc. La gente se vio dispuesta a vivir esa nostalgia por lo soviético, y entonces no sólo las cafeterías se hicieron famosas, sino que empezaron a venderse bien camisetas rojas con las siglas CCCP o con el escudo de la URSS y otras prendas de ropa de semejante estilo. Yo también tuve una y me la ponía mucho hasta que perdió su color tan llamativo.

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2004, un restaurante de la calle Arbat, Moscú.


Ahora es imposible llamar la atención con una camiseta СССР, a no ser que sea en el extranjero, y tampoco las cafeterías "a lo soviético" parecen tan atractivas como antes. Pero, aún así, la última tendencia es de lo más soviética porque las cafeterías "столовая" son típicas de aquella época. Ya había algunas cuando fui a Píter en enero, pero ahora están por todas partes:

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Pregunté a mi hermana si se había fijado en que la ciudad se había llenado de las "столовые".

- ¡¡Ya!! ¡Hay muchísimas por todas partes!
- ¿Has entrado en alguna?
- En algunas sí he estado cuando tenía que comer fuera. Tienen buenos precios, todo muy barato, los platos muy básicos, como si fuera un comedor soviético de verdad, pero ¿y qué? ¡Si las raciones son diminutas! Te compras tres platos: una sopa, un segundo y un postre con un té, te los comes todo en un pis pas y vuelves a la calle con hambre…
- Entonces, ¿porqué hay tantas "столовые"? Será que a la gente le gusta.
- La gente va a lo barato, y también es verdad que ahora se habla tanto del daño que te puede provocar la comida basura que te tiras por los alimentos de toda la vida, por si acaso.
- ¿Y los blinis? También es una comida rusa de toda la vida, pero no hay tantas cafeterías que los ofrezcan ahora mismo.
- Claro, porque la gente ya se cansó de los blinis. ¿O es que tú eres capaz de comerlos a diario?


(Yo sí…)

3. Los "арт-пространство", o los "espacios de arte".

Un "арт-пространство" es una galería de arte moderno o una sala de conciertos que ocupa el territorio de alguna fabrica cerrada, de un cine que había dejado de existir o de un antiguo chalet abandonado. También se llaman "лофт" (un loft es un desván rediseñado para ser una vivienda, un taller, etc.) Además de conciertos y exposiciones suelen ofrecer charlas, discusiones, talleres, sesiones de cine o de teatro, tardes poéticas, también sesiones fotográficas y muchas más cosas.

Por ahora no conozco ningún "espacio de arte" de esos, pero sé que hay muchos y seguramente va a haber más. En una página web dedicada a la vida cultural de la ciudad viene una lista de ellos y son más de veinte.
- Son sitios llamativos, pero muy extraños. –me dijo mi hermana-. Por ejemplo, ves un cartel que anuncia un concierto al que te gustaría ir. Luego te fijas en el sitio y resulta que es un "арт-пространство" de esos. ¿Qué esperar de un lugar así? ¿Cómo se entra? ¿Va a ser un concierto normal o habrá que sentarse en el suelo? ¿Habrá gente formal o sólo los friquis y los bohemios? ¿Habrá gente de cualquier edad o sólo gente muy joven? Y al final prefieres no arriesgarte y decides no ir.

Es verdad que los "espacios de arte" hacen dudar. Por ejemplo, el "Etazhí" ("Los pisos") que está en la avenida Lígovski te cobra una entrada de 250 rublos, pero no te la dan en papel, sino que te ponen un sello en la muñeca. ¿Divertido? No para cualquiera.

http://www.loftprojectetagi.ru/

Otro espacio de arte que se llama "Zona deistvia" ("Zona de acción") tiene tarjetas magnéticas para sus clientes que les permiten visitar el sitio a cualquier hora del día y de noche, cualquier día del año. ¿Cómo hacerse con una tarjeta así? ¡Quién lo sabe!
Está claro que cuantos más sitios de estos va a haber, más competencia habrá también, y lo más seguro es que cada vez se inventen cosas más extrañas con el objetivo de atraer más público. Pero ¿qué tipo de público van a atraer?

4. Máquinas callejeras que permiten imprimir fotos de Instagram.

Son máquinas parecidas a las de gaseosa que hubo en la URSS y que hay aún ahora en algunos parques (son "réplicas" de aquellas, y en esto también está la nostalgia por lo soviético).

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Una máquina de gaseosa.


Las máquinas de Instagram son unas cajas grandes de distinto diseño que ponen "печать фото из Instagram". Un ruso que cuida su lenguaje fruncirá el ceño al ver esta frase. No porque el nombre del Instagram esté puesto con su letra latina original, ¡eso no es nada en el mundo moderno!, sino porque la palabra "Instagram" no está declinada mientras que la preposición "из" requiere el uso del genitivo. Cualquiera que lea esto dirá que está mal, que tiene que ser «Инстаграма». Pero como es una mezcla de ruso e inglés, está permitido. Un horror… :cry:
Para imprimir alguna foto lo que hace falta es ser usuario de Instagram y tener imágenes obtenidas con el móvil y subidas a la web. Luego sólo queda introducir el nombre del usuario, elegir las fotos y pulsar el botón. Y ya saldrán en papel.

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No he tenido ocasión de utilizar este... cacharro simplemente porque no hago fotos con el móvil y, como consecuencia, no uso el Instagram.

5. Publicidad en las aceras.

Mi hermana dice (si habéis visto algún otro "mi hermana dice" en este artículo es porque que he hablado con ella de todas estas tendencias para saber su opinión) que siempre ha habido anuncios en el suelo y que no es nada nuevo. Y es verdad, alguno quizá haya habido antes, ¡pero nunca he visto tantos por todas partes! Mirad:

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¿Serán efectivos? Deben de serlo, porque si no, no me explico este fenómeno de las aceras pintadas, tratándose tanto de las calles de los barrios-dormitorios como de las avenidas principales del centro de la ciudad, malecones de los ríos y canales.

¿Cómo es posible que dejen ensuciar así el asfalto, el embaldosado, los escalones de los edificios? ¿Quiénes son aquellos a los que no les da vergüenza hacerse publicidad mediante una marca medio borrosa debajo de los pies de los transeúntes? Pues éstos son. Y éstas…

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La_profe.

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 14 Sep 2015, 16:03
por Antonio G
Hola Profe,

Te adjunto un enlace a una noticia de RT de hoy mismo para que veas como progresa tu ciudad. Enhorabuena. Un cordial sludo,

http://actualidad.rt.com/actualidad/185 ... ico-europa

Antonio

Re: Mi viaje a San Petersburgo: agosto 2015.

NotaPublicado: 16 Sep 2015, 13:37
por La_profe
¡Qué artículo tan bonito!

Gracias, Antonio. Me ha alegrado mucho leerlo y ahora me siento todavía más orgullosa de pertenecer a esa ciudad. :D

Un abrazo.

La_profe.