En aquella época en la que San Petersburgo pasó a llamarse Leningrado y bajo este nombre siguió formando parte de Rusia ya soviética, hubo en la avenida Nahimsson (que ahora ha vuelto a tener su nombre antiguo, él de los tiempos de los zares, Vladímirski) una tienda que vendía maquinas de escribir y bicicletas. La empresa pertenecía a un tal Karl Byrne (creo que es esta la manera adecuada de escribir su nombre con letra latina, aunque tengo mis dudas) y llevaba el nombre de su dueño:
No sólo se podía comprar allí una bicicleta o máquina de escribir nueva y los accesorios imprescindibles, sino también máquinas de otros tipos, nuevas y de segunda mano. También se hacían reparaciones.
Y no os estoy hablando de aquella tienda porque siga allí, ni porque la vayan a volver a poner. Lo que pasa es que mi hermana, que trabaja en la Biblioteca Nacional en San Petersburgo, me ha escaneado unas páginas de este pequeño libro editado en 1926 por la empresa de Karl Byrne que, además de hacerle una buena publicidad a su tienda, contenía la lista de todos los nombres de las calles de Leningrado: los antiguos y los modernos. Modernos para la gente de entonces, claro. Vamos, los soviéticos.
Hoy día es curioso ver cómo la gente de San Petersburgo que pertenece a las generaciones anteriores a la mía guarda en la memoria los dos nombres de un mismo sitio. Me acuerdo como hace unos años estuve paseando con mi madre por la plaza Sennáia, y ella, acordándose de su juventud, la llamo “la plaza Mira” y enseguida se dio cuenta y se rio diciéndome:
- La memoria qué cosas tiene…
También yo, cuando me acuerdo de una cafetería en la calle Karavannaya, a la que mi madre nos llevaba a mi hermana y a mi de pequeñas, en mi mente la llamo “calle Tolmachiova”, que es como se llamaba entonces.
Sé que no conocéis las calles que vienen en el libro, pero comparar sus nombres aún así puede ser muy interesante.