La enseñanza en Rusia: mi propia experiencia.

La enseñanza en Rusia: mi propia experiencia.

Notapor La_profe » 27 Mar 2016, 21:49

Hay muchas páginas de internet en las que se puede leer sobre el sistema educativo de la Rusia actual: hay quien lo compara con los sistemas educativos de otros países y también hay quien intenta valorar los cambios que ha sufrido después de la URSS. Por ejemplo, antes sólo había colegios públicos y ahora hay mucha variedad para elegir, desde los colegios del barrio gratuitos hasta los colegios de la élite y también colegios especializados en alguna materia o en idiomas. Pero el sistema educativo no ha cambiado.

Los niños entran en el colegio a la edad de 7 años. Tienen “escuela inicial” (начальная школа), “escuela intermedia” (средняя школа) y “escuela avanzada” (cтаршие классы). Antes de llegar a los 7 años la mayoría de los niños están en las guarderías de su barrio. Después del colegio, a la edad de 17-18 años ya pueden elegir si seguir estudiando o no. Para los que quieren seguir existen universidades o liceos de enseñanza profesional (donde los futuros trabajadores aprenden alguna profesión u oficio).

Aquí contaré mi propia experiencia relacionada con la enseñanza en mi país.

I. Escuela inicial.

II. Escuela intermedia y azanzada.

III. Enseñanza profesional.

IV. Enseñanza superior.
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Re: La enseñanza en Rusia: mi propia experiencia.

Notapor La_profe » 27 Mar 2016, 21:54

I. Escuela inicial: начальная школа.

Poco ha cambiado la “escuela inicial” desde la URSS. Mi hermana y yo fuimos al colegio con 7 años y hasta entonces tuvimos una infancia feliz porque, gracias a las convicciones de mis padres, evitamos el mundo de la guardería y pudimos jugar en casa e ir a talleres infantiles que nos interesaban. A la edad de 4 años ya empecé a leer y a la edad de 6 sabía escribir. Todo me lo enseñó mi madre.

Recuerdo el día en el que fui por primera vez al colegio. En Rusia el año escolar empieza el 1 de septiembre y aquel año no hubo ninguna excepción. Unos días antes fui con mi padre a la dacha de mi tía para recoger un ramo de dahlias y gladiolos de su jardín. Siempre ha sido típico llevar flores a la maestra el primer día del cole.


Mi primer día en el cole.

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Aquel día llovía por la mañana, y en vez de colocar los grupos de niños en el patio del colegio, nos llevaron dentro, a la sala de gimnasio, donde los padres se pudieron sentar en unos banquillos preparados con ese fin. A nosotros nos pusieron en el medio, cada grupo iba dirigido por su maestra. Recuerdo que los grupos abandonaban la sala uno tras otro para ir al aula que le correspondía a cada uno, y cometí el error de marcharme con el grupo que no era el mío, sino el anterior.
Ya en el pasillo unas niñas mayores que yo me avisaron de mi despiste, y luego una profesora me cogió de la mano y me llevó al aula en el que tenía que estar. Me senté en una de las mesas y enseguida me fije en que un niño pelirrojo estaba llorando desesperadamente sin que nadie le hiciera caso.

Un retrato de Lenin encima de la pizarra, el alfabeto en una pared, una pequeña biblioteca de libros infantiles al final del todo, algunas plantas aquí y allí, y los amaneceres tristes detrás de las ventanas del aula en el invierno. Los primeros dictados, el primer novio… así fue el año en el que me tuve que ir acostumbrando a mi vida escolar.


Los “oktiabriata”.

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Las niñas llevábamos vestidos color marrón y delantales negros. Los niños llevaban pantalones y chaquetas azules en cuyas mangas había un parche de plastico con un libro abierto dibujado. Como pertenecíamos a la organización infantil soviética de los “oktiabriata”, todos llevábamos pines en forma de una estrella con el retrato de Lenin en el medio. La mayoría de aquellos pines eran metálicos de color dorado y cubiertos de esmalte rojo. Eran los que llevaba la mayoría. Y yo llevaba uno diferente, de los que apenas había, era de plástico y en él aparecía Volodia Uliánov de niño, no dorado, sino como si fuera una foto en blanco y negro. Los días en los que había alguna celebración las niñas cambiábamos el delantal negro por uno blanco.

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Mi primera maestra.

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Tenía 18 años. Éramos el primer grupo que dirigía, fuimos su primera experiencia profesional. “Pero si es una niña”, esta fue la impresión de mi padre cuando la vio aquel 1 de septiembre. Una niña, sin duda, era, pero el haber entrado en su grupo fue toda una suerte. Todo era nuevo para ella y todo le hacía ilusión: el preparar las clases, el inventar juegos y pequeñas fiestas, el adornar los cuadernos de los mejores alumnos con los recortes de las viejas postales. Lo último quizá fuera lo más especial: nos devolvía nuestros cuadernos con los deberes corregidos y de repente veías que tu cuaderno de color verde pálido había cambiado de apariencia: ahora su cubierta tenía pegados encima unos animalitos del bosque recortados con cuidado de una postal navideña… Era especial aquello y era especial ella.


Mi “escuela inicial”.

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Tanto antes como ahora los grupos del colegio eran numerados y llevában una letra. Los grupos de alumnos del primer año llevan el “1” más una letra del alfabeto: 1А, 1Б, 1В, 1Г, 1Д. El mío era el 1Д, “pierviy d”, luego pasó a ser el «2Д» y el «3Д». La "escuela inicial" dura 3 años. Cada grupo tiene su aula y su maestra. El día escolar transcurre en el aula, los recreos en el pasillo al lado. No se sale a la calle durante las horas de clases, tampoco hay paseos organizados fuera del colegio a no ser que el grupo vaya de excursión. Las asignaturas son: aritmética, escritura, lectura, nociones de la naturaleza y manualidades.

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Hacíamos muchas cosas que ahora me parecen sumamente soviéticas. Aprendíamos poesías que trataban del patriotismo, de nuestro país, de su poder. Coloreábamos álbumes hechos por nosotros mismos en los que cada página llevaba el nombre de una de las repúblicas soviéticas. A mí se me daba bien dibujar y colorear y hubo veces que me dejaban terminar el trabajo artístico empezado por otros mientras que los demás iban a clase de gimnasia o simplemente leían en voz alta. Me gustaba elegir colores para cada república, intentaba asociar los nombres de cada una de ellas con los colores que más le pegaban. O eso creía, claro.

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Un día tuvimos una fiesta que se llamaba “15 repúblicas, 15 hermanas” («15 республик – 15 сестёр»). Por supuesto que una fiesta así había que prepararla. Todos nos dividimos en pares, de un niño y una niña, y cada par tenía que representar una república. A mi amigo y a mí nos tocó Georgia, y aunque ni él ni yo podíamos pasar por georgianos, éramos demasiado rubios, aprendimos a bailar una danza típica georgiana. Tuvimos ensayos unos días antes, mi madre y mi abuela me hicieron un vestido georgiano inconfundible, y a Andréi su madre le hizo una chaqueta con bolsillos en el pecho en los que los georgianos montañeses llevan los cartuchos. Bailamos muy bien, y además, mi madre me hizo aprender una canción georgiana (su versión rusa) que tuve que cantar a capela varias veces, tanto había gustado a todos.

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Re: La enseñanza en Rusia: mi propia experiencia.

Notapor La_profe » 15 Abr 2016, 21:43

II. Escuela intermedia (средняя школа).

Hoy en día la escuela intermedia en Rusia empieza con el 5º año y termina con el 9º, es decir que dura 5 años.

De la inicial a la intermedia: ¿cuáles son los cambios principales?

Como en la mayoría de los colegios el area de la escuela inicial ocupa una parte de la planta baja, luego a los alumnos les toca subir las escaleras y cambiar de un aula a otro después de cada clase, porque las dan distintos profesores. Y también:

- las materias se complican cada vez más;
- hay cada vez más deberes y no todos se nos dan bien;
- son más horas de clases a diario (desde las 8 30 y hasta las 15-16 horas de la tarde);
- hay exámenes después de cada cuatrimestre;
- hay profesores a los que uno le cae bien y hay otros a los que no;
- hay amigos y enemigos en el grupo.

Y es una época difícil, como lo es la misma adolescencia.


¿Qué se estudia?

Matemáticas (a partir del 6º año se dividen en álgebra y geometría), lengua y literatura rusas, inglés, historia, geografía, biología, física, química, ciencias naturales, etc. Hay clases de gimnasio, y no sé ahora, pero antes en invierno era obligatorio tener los esquís y llevarlos al cole cuando durante las clases de gimnasio se planificaba salir a esquiar.


Mis años de la escuela intermedia.

Para mí la escuela intermedia empezó cuando tenía 10 y no 11 años. No sé qué cambios hubo aquel año, pero tuvimos que saltar del 3º a 5º curso directamente y en vez de 11 años de estudios completos estudiar sólo 10. No dejaba de ser el 4º, pero se llamaba 5º. Nuestro grupo, el 3Д, fue reformado y entramos por partes en distintos grupos del 5º. Otro cambio de aquel año: fue el último año del uniforme escolar soviético. Luego simplemente se dejó de llevar.


(¿Y las corbatas rojas?

Cuando terminamos la escuela inicial, teníamos que ser admitidos en la organización de los “pioneros”, conforme con las normas soviéticas, pero justo entonces la URSS dejó de existir. Y entonces nos dijeron que no habría ninguna celebración de la admisión, como siempre hubo desde que aquello se había proclamado, pero que los que así lo querían podían comprarse las corbatas y llevarlas de adorno con el uniforme. Hubo bastantes chicos y chicos de la clase que sí quisieron ser “pioneros”. Yo nunca tuve ninguna corbata roja porque me daba igual.)

De hecho fue una época en la que el colegio, si no me daba igual, me preocupaba muy poco, lo justo y necesario para sobrevivir en él.

Lo mejor que tenía estaba fuera del colegio. EL COLEGIO ERA UN ESTORBO. :twisted:

Estoy escribiendo sobre mis años de la escuela intermedia y noto como los escasos recuerdos que tengo de aquello se me quieren escapar. Creo que es algo psicológico, algo como autodefensa, quizá.

Lo que pasa es que el colegio durante todos aquellos años era como un estorbo en mi vida. Todo lo mejor que hacía, todo lo importante que aprendía, todas las amistades y (casi) todos los enamoramientos que tenía ocurrían fuera de ese sitio melancólico y aburrido. La vida de verdad empezaba justo allí donde terminaba el día del cole: iba a los ensayos del coro y a clases de dibujo y pintura, y aquel era mi mundo. Solamente allí me encontraba a gusto y podía compartir algo con gente de mi edad, mientras que en el colegio apenas tenía con quién hablar y si lo hacía, era sencillamente para no andar sola durante el recreo.

Los ensayos exhaustivos unos días antes de los conciertos, preparación de montones de bosquejos para luego poder empezar una composición nueva… todo aquello era incompatible con los deberes escolares, sobre todo con aquellos que requerían estudiar de verdad.

Los chicos de la orquesta escondían los libros de texto detrás de las partituras y les echaban un vistazo durante las pausas que había en los larguísimos ensayos que se prolongaban a veces hasta las 10 de la noche. Y a mí, como a otras cantantes del coro, no me quedaba más remedio que hacer mis deberes en el metro, camino a casa, con los ojos ya casi cerrados y con la música de Glinka en la cabeza.

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Ансамбль Дворца Творчества Юных.


Aquellas tardes, todas ocupadas, fueron, sin duda, lo más bonito de mi adolescencia. Y durante las mañanas lo pasaba muy mal cuando tenía que hablar delante de todo el grupo sobre algún hecho histórico del que apenas había leído. Pero era lo de menos, era insignificante hasta tal punto que ya lo tengo borrado de la memoria.


Los tutores.

Igual que durante los años de la escuela inicial, cada grupo de la escuela intermedia tiene a un profesor que lo dirige (классный руководитель), algo como un tutor, pero éste ya apenas participa en la vida escolar del grupo, puede cambiar de un año a otro y no se le suele tener el mismo cariño que a la maestra de la escuela inicial.

En el 5º la tutora que nos tocó fue una profesora de matemáticas, Marina Valentínovna, a la que conocía muy bien porque era mi vecina y su hijo era alumno de mi madre: le daba clases de piano. Quizá por eso me perdonaba mis despistes y apenas me pedía que saliera a la pizarra.

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5 класс.


El grupo del 6º lo dirigía una profesora de biología, pero no logro recordar nada de ella. Ni su nombre incluso.

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6 класс.


Durante el 7º año nuestra tutora fue profesora de lengua que vivía en el mismo barrio y tenía dos hijos ya crecidos y tres perros basset hound. Se llamaba Valentina Oliégovna. Ahora me es difícil decir si era buena profe o no, supongo que en alguna época anterior a la nuestra lo había sido, pero luego ya empezó a hacer su trabajo como por inercia, y eso se notaba. Cuando terminaba el recreo y la estábamos esperando en la puerta de su aula para entrar, aparecía con las llaves en una mano y una bolsa de empanadillas que se vendían en el comedor en la otra. Empezaba la clase y se servía un té como si nada. Se permitía tomar un té y comer una de las empanadillas mientras nos hablaba de la permutación de consonantes o de “Eugenio Onegin”… A mí se me daba bien escribir lo que fuera y también me gustaba leer en voz alta, así que disfruté muchas de las clases de lengua y de literatura.

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7 класс.


En el 8º nuestro tutor fue un profesor de física del que todo el mundo se reía, Vladímir Vladímirovich. No era un buen profesor, pero sí una buena persona. Un día en clase se acercó a mi mesa y se inclinó para mirar en mi cuaderno y ver los apuntes que habíamos hecho el día anterior, y entonces de repente me fijé en sus manos: eran manos de un músico. Poco después de una joven profesora de botánica supe que, en efecto, tocaba muy bien el piano.

Durante el 9º nuestra tutora fue otra profesora de matemáticas, Vera Alieksándrovna, una maestra “de la vieja escuela” que creo que nos odiaba de verdad. Era muy buena profesora, aunque no tenía sentido de humor y creo que simplemente necesitaba dejar el estrés diario y recuperar.


Y luego, cuando tenía que empezar la escuela avanzada, cambié de colegio.


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