SAN PETERSBURGO - 2016 - II parte.

SAN PETERSBURGO - 2016 - II parte.

Notapor La_profe » 27 Jul 2016, 21:33

Una visita a la Catedral de San Isaac.

No me acuerdo de la última vez que estuve viendo la Catedral de San Isaac por dentro. La única excursión que tengo en mi memoria queda en los años ya muy remotos: tendría entonces unos 12 años y visité aquellos hermosos interiores con mi grupo del taller de pintura. Nuestros profesores no sólo nos llevaron allí, sino que también nos hicieron de guías.

Recuerdo que era un día muy frío y que una niña del grupo había perdido sus manoplas y estuvo un buen rato llorando. Al terminar la excursión, mi madre nos llevó a mi hermana y a mí a ver la película “Lassie come home” (1943) en el cine “Ródina” (aún hoy se puede ver allí cine clásico) y, por supuesto, aquella parte del día fue para mí la más emocionante.

Después estuve muchas veces arriba, en la cúpula de San Isaac, y hasta escribí un artículo sobre la última de aquellas visitas (viewtopic.php?f=18&t=201&start=10), pero supongo que no había vuelto a entrar.

Esta vez decidí entrar más que nada por mi hija (hoy ha cumplido 4 años :) ). Le gustan las salas doradas y adornadas, sea en palacios o en catedrales y sabía que las de San Isaac no serían ninguna excepción, y así fue. No paraba de exclamar "Как красиво!" (“¡Qué bonito!”) mirando arriba, y a mí no me hizo falta ni intentar llamar su atención, ella misma me decía “mira esto”, “mira lo otro”.

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Dentro del museo de San Isaac hay varias tiendas de recuerdos en las que se pueden comprar muchas cosas típicas para este tipo de comercios y escaparates llenos de joyas.

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Hay carteles y maquetas muy interesantes:

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El Museo Antirreligioso, 1934


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El Museo Estatal "Catedral de San Isaac", 1957


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De una pequeña iglesia de madera a una grandiosa catedral.


Y también hay dos o tres tiendas de artículos de iglesia en las que se venden velas y se admiten notas memoriales de distintos tipos.

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Una señora ucraniana que vive en León y que es una conocida mía me pidió que le trajera, si podía, velas de alguna iglesia ortodoxa, y como no entro en iglesias, aproveché mi visita a San Isaac para comprarlas allí. Le compré la cantidad de velas que quería y también me compré una vela para mí. Quise encenderla y dejarla allí como lo hacía la gente creyente.

No soy creyente, pero pensé que sería especial.

Fuimos a la sala aquella donde se pueden colocar las velas, cogí a la niña en brazos y le dije que ibamos a encender nuestra vela y luego pedir un deseo.

- ¿Y la vamos a soplar? – me preguntó.
- No, Leolia. No es ningún cumpleaños, estamos en una catedral, y aquí la gente cuando pone velas lo hace con unos propósitos algo distintos. Pero lo que haremos nosotras es encender la vela y pedir un deseo. ¿Te gustaría volver a Petersburgo más veces? ¿Muchas más veces?
- Sí.
- Entonces, ¿encendemos la vela?


Y la encendimos y la pusimos al lado de las otras. Allí quedó encendida cuando nos fuimos.


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La Catedral de San Isaac el día de nuestra visita.




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Re: SAN PETERSBURGO - 2016 - II parte.

Notapor La_profe » 30 Jul 2016, 21:26

"Лавка Художника"

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La “Lavka Judózhnika” que se encuentra en la avenida Nevski, 8 siempre ha sido una tienda que ofrecía una gran variedad de materiales gráficos, pinturas de todo tipo, lienzos, papel y otros productos para los artistas. Su nombre significa algo como “Tienda del pintor”, donde «лавка» es una palabra antigua reemplazada en el siglo XVIII por la palabra de origen francés “магазин».

Cuando me fijé por primera vez en aquella tienda en la Nevski, creo que tenía ya unos quince o dieciséis años, porque me movía por la ciudad con una libertad absoluta y podía descubrir lugares curiosos por mi propia cuenta.

La “Lavka” me atrajo enseguida, porque era un sitio donde podía comprar todo lo que necesitaba para dibujar y pintar, y en aquella época solía gastar muchísimos lapiceros, gomas de borrar y pinceles. Los precios eran parecidos a los de “Gostiny Dvor” donde también me gustaba comprar todo aquello, pero el ambiente era completamente diferente. Más artístico, más bohemio, más inspirador. Porque una cosa es comprar los lapiceros checos Koh-i-Noor en la sección de papelería de “Gostiny Dvor” donde los compra cualquiera incluyendo a los escolares y a los universitarios, y otra cosa es comprarlos en un sitio tan legendario como la “Lavka”. Sólo el hecho de entrar allí te aproxima al mundo de los artistas y te hace sentir uno de ellos.

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En 2011


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La tienda sufrió muchos cambios durante las últimas dos décadas, creo que una vez hasta llegó a cerrarse del todo, pero luego volvio a abrir. Ahora no sólo es tienda, sino que también es una galería de arte donde se hacen exposiciones, coloquios con los artistas petersburgueses, conferencias y simplemente fiestas “para los suyos”.

Esta vez decidí entrar para ver cómo estaba actualmente y para comprar, quizá, una caja de acuarelas “Leningrado”.


Акварель "Ленинград".

Conozco varios nombres de fabricantes de acuarelas. Algunas de las mejores marcas las hay en El Corte Inglés y en las tiendas para los pintores en León. Pero, por muy buenas que sean aquellas acuarelas, no las compraría. Quiero mis cajas de “Leningrado”. Empecé a pintar con esa acuarela cuando era niña, continué utilizándola cuando estuve yendo a clases de pintura en el Palacio de los Pioneros y luego a la Escuela de Artes, y sé que seguiré pintando con ella el resto de mi vida. Tradición, nostalgia, fidelidad.

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Si alguno de vosotros pinta con acuarela y quiere adquirir las de la marca “Leningrado” durante el próximo viaje a Petersburgo, os recomiendo la caja de plástico de 24 colores. Es la más cómoda de usar (se cierra herméticamente y se puede lavar fácilmente sacando previamente las pinturas), la más auténtica (no mentiré si digo que es ésa caja la que han utilizado las últimas generaciones de pintores rusos) y la más duradera (porque cuando se acaben las pinturas, se pueden reponer: basta con comprar un surtido parecido en una caja de cartón de la misma marca).
Después de la maravillosa caja de plástico, vienen las cajas de cartón de 24 y de 16 colores. También se pueden comprar las pinturas por separado.

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Ahora la “Lavka Judózhnika” tiene un aspecto mucho más elegante que en los noventa, por ejemplo. Nada más entrar y bajar una pequeña escalera se puede ver una sala en la que se venden los materiales artísticos más solicitados y también algunos cuadros y muchos objetos de arte y artesanía.

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En la segunda sala están expuestos los cuadros de los pintores petersburgueses modernos y se pueden comprar. Y en el medio hay una especie de cafetería con una barra y unas mesas.

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Cuando era estudiante de la Escuela de Artes, solía dar un paseo por aquella sala porque era como visitar de forma gratuita un verdadero museo de arte. Nadie te miraba ni te preguntaba nada y se podía ir simplemente mirando los cuadros. Yo siempre iba buscando paisajes de la ciudad pintados o dibujados. Era lo que necesitaba entonces, porque lo que solía hacer en mi tiempo libre era dibujar y pintar por la ciudad. Y desde entonces sigue siendo mi tema favorito.

Compré mi caja de acuarelas y salí. A ver lo que me dura.

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Re: ACTUALIZADO 3/08 - SAN PETERSBURGO - 2016 - II parte.

Notapor La_profe » 09 Ago 2016, 18:55

El oceanográfico de San Petersburgo.

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El museo oceanográfico de San Petersburgo se llama simplemente “Океанариум” (“Oceanario”) y existe en la ciudad desde 2006. No es el único sitio donde se pueden ver peces marinos de muchas clases: el Zoo, por ejemplo, también tiene una sección dedicada a los peces que suele ser una parte muy agradable de la visita.

El día que fuimos al “Oceanario” era bastante frío. La tarde anterior eché una breve ojeada al pronóstico del tiempo, me asusté y enseguída me metí en el buscador de Yandex.ru para hacerle la siguiente pregunta: “куда пойти с детьми в СПб” (“adónde llevar a los niños en Petersburgo”). Una de las primeras respuestas fue: «Океанариум” y fui directa a la página de ese parque temático. No sé si me gustan los peces, quizá algunos, pero ¿acaso es importante lo que le guste a una madre?

- Hemos estado cuando Iliá era más pequeño, - dijo mi hermana. – Está bien, pero, si te digo la verdad, cansa ver tantos acuarios…

Me lo imaginaba. No era el primer oceanográfico que iba a visitar. Estuve en dos ocasiones en el oceanográfico de Helsinki, un sitio increíble por su planificación y la cantidad de efectos especiales capaces de atraer hasta al público que más fácil se aburre (no hablo de mí).

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Helsinki, 2007.


También estuve una vez en el “Aquarium Finisterrae” de La Coruña y después del oceanográfico de Helsinki éste me pareció mucho más espacioso y lleno de paz. Completamente distinto.

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La Coruña, 2009.


No sabía qué esperar del “Oceanario” de Petersburgo, pero en las fotos se parecía más al de Helsinki, además el diseñador es el mismo, un arquitecto finlandés Hannu Laitila.

Miré el mapa y vi que el museo estaba situado en la calle Marata, casi al final, no muy lejos de la parada del metro “Púshkinskaya”, en un centro comercial. Eso de instalar museos en centros comerciales es una práctica muy corriente en los últimos años, y no sólo en Píter.

Al día siguiente por la mañana mi hermana fue a trabajar y mi madre y yo cogimos a los niños y fuimos al “Oceanario”.

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El museo es gratuito para niños que aún no han cumplido cuatro años y muy barato para los jubilados. Los demás pagan 550 rublos, unos 8,5 euros. Al lado de la puerta hay un guardarropa que lleva puesto un cartel diciendo que no está permitido pasar a ver la exposición con ropa de abrigo.

La exposición ocupa tres plantas dentro de las cuales uno puede moverse utilizando escaleras o ascensores. Hay muchas indicaciones, todas en ruso y muy bien colocadas, y quizá lo único que pueda resultar molesto sea la falta de luz. La poquísima iluminación permite apreciar mejor algunos efectos especiales, pero lo complica todo a la hora de atravesar los estrechos pasillos repletos de personas con niños.

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Estos niños… A los nuestros lo que más les gustó fueron las mantarrayas (en ruso se llaman simplemente «скат») que se movían lentamente por una enorme piscina a la que se podía acercar libremente sin tener que arrimarse a ningún cristal. Los enormes peces de repente se asomaban del agua y salpicaban al público con sus aletas, y era divertido ver cómo se reían los peques, por una parte asustados, por otra, ilusionados y sorpendidos de estar prácticamente en contacto con el agua y con sus habitantes. Otro problema que tiene que ver con falta de luz: imposible sacar buenas fotos.

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También a todos nos gustó aquel tramo dentro de una de las salas en el que el acuario formaba un arco bajo el cual pasaba una cinta transportadora. Había que ponerse en la cinta e ir viendo el mundo submarino por todas partes, hasta encima de la cabeza. Tiburones y todo eso.

Otro sitio especial era la sección de las focas, pero esta vez no dejaban fotografiarlas los cristales, todo salía movido. Las focas son adorables con sus ojillos negros y sus bigotes, pero era difícil verlas bien, se asomaban del agua por unos segundos y se metían otra vez para volver a salir en el otro lado de su pecera, más bien piscina.

Tuvimos suerte porque pudimos presenciar una especie de show en el que participaba un buceador y unas focas, fue genial.

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Cuando lo vimos todo, cuando mi madre y yo ya nos cansamos de ponernos una y otra vez en aquella cinta eléctrica que más alegría les provocaba a los niños y de correr hacia la piscina de las mantarrayas cada dos por tres para que nos volvieran a salpicar, fuimos a la tienda de recuerdos y compramos unas figuritas de cristal para los pequeños: un delfín para la niña y una rana para el niño. Se pusieron muy contentos.

Además de la exposicion y algunos espectáculos que se hacen a diario, el “Oceanario” ofrece cursos de buceo a los niños, excursiones y otras actividades. No sé si volveremos a visitarlo, pero supongo que sí, porque días fríos habrá muchos y un museo como este siempre será una opción.



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Re: SAN PETERSBURGO - 2016 - II parte.

Notapor La_profe » 09 Ago 2016, 21:19

Un paseo por la calle Marata.

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«На улице Марата я счастлив был когда-то» (“En la calle Marata había sido feliz…”) decía el cantautor petersburgués Aleksandr Rosenbaum en una vieja canción.

Una de las salidas de la parada de metro “Mayakóvskaya” da a la avenida Nevski y la otra a la calle Marata, y cualquier habitante de San Petersburgo cuya vista se ha saturado de ver la famosa perspectiva sin duda preferirá la segunda.

Quizá vaya por la calle Marata dando un agradable paseo y contemplando sus edificios que tal vez no tengan el esplendor de los palacios de la Nevski, pero han visto muchas épocas distintas y han abierto sus puertas a muchas personas célebres de distintos siglos. Por ejemplo, en el número 25 vivió la hermana de Aleksandr Pushkin, Olga, y el poeta solía hacerle visitas a ella y a su nana, Arina Rodiónovna, que también estuvo viviendo allí durante un tiempo y allí falleció el 29 de julio de 1828. Otros datos interesantes: en mayo de 1912 en la casa 37 fue publicado el primer número del periódico “Pravda” y en los años 1914-1934 en la casa 9 estuvo viviendo el compositor Dmitri Shostakóvich.

Nombres de la calle en distintas épocas.

Al principio la calle se llamó Preobrazhénskaya, porque cerca se alojaba la división que llevaba el mismo nombre, pero los habitantes del barrio la llamaban simplemente calle Griáznaya (“sucia”) y seguro que tenían su razón.

En 1856 la calle pasó a ser Nikoláievskaya, por la proximidad de la estación de trenes Nikoláievski (ahora Moskovski) construida entonces.

En 1917 los bolcheviques quisieron llamar la calle “Avenida del 27 de febrero”, pero no tuvieron tiempo para hacerlo: surgió una idea mejor, y en 1918 la calle recibió el nombre de un revolucionario francés, Jean-Paul Marat. Si se llama “Marata” es porque el nombre de Marat está declinado en genitivo (“de Marat”). El mismo Jean-Paul Marat nunca estuvo allí, en cambio su hermano David estuvo viviendo en una calle vecina, la Raziézhaya. Al emigrar a Rusia, tomó el nombre de David Ivánovich de Burdi y estuvo enseñando la lengua francesa en el Liceo Trarskoselski. Pushkin fue alumno suyo.

Algunos de los dificios importantes de la calle Marata.

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"Невский Атриум" en la esquina de la Nevski y la calle Marata.


La calle Marata sale de la avenida Nevski y la casa número 1 es aquel edificio en el que se encuentra la entrada del metro “Mayakóvskaya” y un centro comercial, si no me equivoco, el “Nevski Atrium”, nuevo y bonito por dentro, pero bastante aburrido. Le siguen fachadas bastante bien cuidadas de edificios que pertenecen al siglo XX y cuesta creer que antes su lugar ocupaba la iglesia Tróitskaya. Podía haber sobrevivido a la época soviética, pero su destino cambió en el año 1966 en el que las autoridades decidieron colocar en su lugar una casa de baños.

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La iglesia Tróitskaya en una foto antigua.


A finales del siglo XVIII en el lugar del edificio 14 había una casa de dos plantas en la que durante quince años (1775-1790) vivió el escritor Aleksandr Radischiev con su esposa. Fue en aquella casa donde escribió su “Viaje de San Petersburgo a Moscú”. Al principio se trataba de una casita de madera, pero el escritor, al casarse, quiso reconstruirla y la convirtió en un chalet de dos plantas que tenía un jardín con un estanque en el medio y una plantación de árboles. Luego la casa fue reconstruida varias veces más.

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Дом Радищева.


El Museo del Ártico y de la Antártida que está en el número 24 lo visité una vez cuando tenía catorce años. Tenía un novio que estaba aprendiendo el oficio de marinero y que me llevó a todos los sitios de la ciudad que tenían algo que ver con su futura profesión. Fue una experiencia muy grata. El edificio del museo no sólo parece ser una iglesia, sino que lo había sido en su época. Hasta 1931 era la iglesia Nikólskaya.

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Музей Арктики и Антарктики.


La casa 61 es un típico inmueble de renta de los finales del siglo XIX. Sus pisos solían ser alquilados por familias de comerciantes, aunque su habitante más interesante no tenía nada que ver con el mercado, era dramaturgo, se llamaba Ignati Potápenko y tenía amistad con Antón Chéjov. La dirección de Marata, 61 (entonces Nikoláievskaya, 61) sale en las cartas de Chéjov y el propio escritor visitó a su amigo allí en muchas ocasiones.

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Марата, 61


La calle de la imagen de abajo se llama Stremiannáya, va perpendicular a la Marata y es bastante corta. En la casa de un color rojo frambuesa vivió de joven el escritor Iván Turgieniev. Y en la casa que está enfrente, la que tiene algo como una torre hubo una escuela religiosa y un almacén de libros.

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Cтремянная улица.


Uno de los edificios más emblemáticos de la calle Marata es la Casa de Shultz (el número 66) construida en 1876-1878 y pertenece al estilo que se llama “кирпичный” (“de ladrillo”). El primer propietario de la casa, un tal Wilhelm Schultz, era un comerciante como había muchos, pero hubo una persona mucho más significativa que vivió en ese edificio en 1907: el poeta Ósip Mandelshtam.

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Дом Шульца.


Para mí la calle Marata es un lugar de la ciudad que me sirve de orientación cuando tengo que ir a algún sitio en aquella zona, próxima a las paradas de metro “Mayakóvskaya”, “Púshkinskaya” o “Vladímirskaya” y no me suena el nombre de la calle. Montones de callejuelas pequeñas que salen de la Marata o la atraviesan, no me dicen nada, pero basta con mirar el mapa y localizar la calle Marata cerca para estar tranquila: la conozco muy bien. Ahora también la conocéis vosotros.


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Re: ДОБАВЛЕНО 9/08: SAN PETERSBURGO - 2016 - II parte.

Notapor La_profe » 12 Ago 2016, 20:55

Tienda de partituras "Siéviernaya Lira".

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La «Siéviernaya Lira» («La Lira del Norte») es la única tienda especializada en partituras y libros de música en general que hay en San Petersburgo ahora mismo. Se encuentra en Nevski, 26, justo al lado de la famosa librería “Dom Knigui” y pertenece a la editorial petersburguesa “Kompozítor”.

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De pequeña ya la había conocido. Mi madre, profesora de piano y de lenguaje musical, iba allí todos los años a finales de verano, antes de empezar el curso escolar, para intentar renovar los materiales que daba en sus clases.

- No se puede trabajar con lo mismo año tras año. De vez en cuando hay que cambiar y estrenar algo distinto, a ver si hoy encontramos algo que merezca la pena…

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Y se ponía a hurgar en las cajas de partituras para los alumnos de las escuelas de música. Pasaba de una caja a otra, pensativa, y yo me quedaba simplemente mirando alrededor e intentando reconocer a los compositores cuyas caras salían en las cubiertas de las partituras, de las biografías, de los vinilos… Entonces aún eran vinilos, y ahora su lugar ocupan los CD’s colocados en pilas en sus estanterías. Sólo música clásica.

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Cuando era ya una quinceañera, entraba en la “Siéviernaya Lira” cada vez que se me rompía alguna cuerda de la guitarra. Era el único sitio que conocía en el que se vendían cuerdas por separado. Nada más entrar me dirigía a aquel escaparate que estaba al lado de la caja, y al encontrar la cuerda que necesitaba, la compraba directamente. Las cuerdas no eran caras, y el dependiente, que seguramente sabía de música y de algún instrumento musical concreto muchísimo más que yo en todos los sentidos, me intimidaba, tanto respeto le tenía.

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Las cuerdas eran lo único que encontraba disponible en aquella tienda. Eran imprescindibles para tener la guitarra lista en cualquier momento y poder tocar alguna canción cuando me lo pedía aquel corazón adolescente. Lo demás no era disponible, y no por el precio, sino por su carácter demasiado serio y profesional. Bueno, no todo. En alguna ocasión también compré mediadores para la guitarra, aunque hasta ahora no he aprendido a utilizarlos.

Llevaba más de cinco años sin entrar en la “Siéviernaya Lira” (la última vez entré allí en enero de 2010 para comprar unos CD’s) y decidí averiguar cómo estaba ahora.
La tienda tiene 40 años. Yo la conozco los últimos 20. En estos últimos 20 no ha cambiado. ¿Puede que no haya cambiado nunca, desde el principio?

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No están los vinilos y en las estanterías de los instrumentos musicales se pueden ver hasta algunas zampoñas andinas de las que hace unas décadas nadie había oído. Lo demás sigue en su sitio de siempre. Hasta las cuerdas de guitarras.

Mi vida está dividida en dos. Llevo doce años viviendo un “después”, ha habido un “antes”. No sé ni qué ha sido de la guitarra de mi padre que solía tocar en casa. Pero las cuerdas que se venden por separado siguen en su lugar en el mismo escaparate de la “Siéviernaya Lira”.

Un sitio que merece la pena visitar.


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SAN PETERSBURGO - 2016 - II parte.

Notapor La_profe » 16 Ago 2016, 21:49

Las galerías "Passage" ayer y hoy.

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Las galerías “Passage” que están enfrente del “Gostiny Dvor” en la avenida Nevski cuentan con más de un siglo y medio de historia.

Todo empezó en 1845 cuando el conde Stenbock-Fermor pidió permiso para construir en la Nevski unas galerías comerciales parecidas a las de Londres y París e instalar dentro tiendas de todo tipo y también un escenario para conciertos, un café y apartamentos para los comerciantes y sus familias.

La inauguración del “Passage” tuvo lugar el 9 de mayo de 1848. El primer día las galerías estuvieron abiertas de 14 a 17 y de 19 a 22 horas y los días posteriores abrieron de 12 a 16 y de 18 a 21 30 horas. Los primeros tres días hubo que pagar 50 kopeks para entrar.

A pesar de haberse convertido enseguida en el lugar favorito de los petersburgueses, el "Passage" apenas le fue rentable a su dueño. La gente daba paseos por las galerías, pero no se animaba a hacer compras. Y a decir verdad, tampoco había mucho que comprar: durante los primeros meses la mayor parte de las tiendas estaban aún vacías, y las que estaban abiertas ofrecían instrumentos musicales, libros, flores, gafas, juguetes, helados y dulces.

Los años siguientes fueron bastante difíciles para el “Passage”. Su dueño, cansado de las pérdidas, lo vendió, y al poco tiempo, el edificio sufrió un incendio y tuvo que ser restaurado.

El 13 de enero de 1901 el “Passage” volvió a abrir las puertas a sus clientes. Para 1903 contaba con 64 comercios, sala de conciertos, sala de exposiciones y cafetería.

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1902.


Después de la Revolución el “Passage” pasó a ser propiedad de la Sociedad de Consumidores de Petrogrado y cambió de nombre para ser “Universal Passage”. Durante los años 20 sólo una parte de las mercancías se vendía al público libremente. La otra parte era destinada a los miembros de la sociedad ya mencionada que disponían de sus respectivos carnets.

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1922.


En los años de la Gran Guerra Patria (1941-1945), y para ser más exactos, en 1942-1946 el “Passage” estuvo cerrado.

Durante los años 1950-1990 el “Passage” fue uno de los sitios en el que los leningradenses y los turistas tenían posibilidad de comprarse ropa, calzado, accesorios de moda y otras cosas de buena calidad. Había colas enormes desde la primera hasta la última hora del día, todo era bastante caro, pero no dejaba de ser asequible a la mayoría.

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1970.


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En los 70-80.


En internet se puede encontrar comentarios como estos:

“Aún estoy guardando unos guantes de nailon que compré en el “Passage” en 1961”.

“A ella le gustaba la moda. Un día llegó al trabajo con un sombrero que compró en el “Passage” haciendo a los dependientes sacarlo del escaparate” (los años 70).

“Antes de irse se compró en el “Passage” de la Nevski unos zapatos de charol, una gorra de plato de velur, una bufanda blanca…” (1985).

“Los zapatos de tacón austriacos que se vendían en el “Passage” de la Nevski en 1985 valían 60 rublos”.

“La impresión más fuerte que tuve fue el aroma del jabón finlandés que compramos en el “Passage”" (1981)

“Nos pusimos tan contentas que decidimos regalarle un jarrón con flores dentro, y compramos uno en el “Passage”, de vidrio, nos costó como los dos salarios nuestros”. (1991)


A partir de los 90 el "Passage" fue cambiando poco a poco para llegar a ser lo que es ahora: un lugar donde apenas hay dos o tres tiendas en el que un petersburgués normal y corriente se puede comprar algo: una colonia, un bolso, algo de bisutería. Todo lo demás son tiendas de lujo pensadas en su mayoría para los turistas extranjeros que buscan pieles, joyas, artesanía tradicional con piedras preciosas incrustadas, pintura, etc.

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Aún en 2004-2007 me compré algunas cosas en el “Passage” porque había tiendas “democráticas”, como diría mi madre. Y ahora ya no queda ni rastro de ellas. La planta baja luce letras doradas encima de los escaparates que evocan los tiempos de los zares, y los turistas extranjeros pasan maravillados sin parar de hacerse fotos con ese espectacular fondo. En una de las pasarelas de la primera planta hay una elegante cafetería cuyos precios quizá sean un tanto más altos que en otros sitios igual de elegantes en la misma Nevski.

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Pero allí termina lo bonito y empieza lo soviético:

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¿Por qué me son tan queridos esos baldosines grises medio desgastados? ¿Por qué tengo ganas de fotografiarlos a ellos y no los reflejos del sol en los cristales del techo? Porque allí, en esos baldosines se esconde un rastro de mi infancia, sólo por eso.

En la página web del “Passage” se puede leer que los almacenes fueron adquiridos recientemente por un fondo de inversión inmobiliaria y que pronto ofrecerán a los ciudadanos una imagen nueva de las famosas galerías. Mejorada, claro. Y tengo ganas de saber cómo será el futuro “Passage”, pero también me alegro de haber estado en aquella escalera antes de que estuviera afectada por algún tipo de reformas.


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